Algunos estudios sugieren que la escasez de hombres en épocas primitivas, debido a las peligrosas, y frecuentemente mortales, condiciones en las que conseguían el sustento, generó presiones en el proceso de selección sexual y, como respuesta evolutiva, la aparición de colores poco habituales, más claros y llamativos, en los cabellos de las mujeres del norte de Europa. Esto habría llevado a la raza femenina “mejorada” a imponerse en la batalla de la procreación.
De ahí que desde entonces los hombres “las prefieran rubias”. Pero el antropólogo inglés Desmond Morris, autor de La mujer desnuda, ofrece una explicación relativamente más elaborada:
“Parte del atractivo de las rubias reside en la delicadeza de su pelo. La excepcional ligereza de los mechones rubios los hace más suaves al tacto y, por lo tanto, más sensuales en los momentos de contacto personal íntimo. Entre los dedos que acarician, o contra la mejilla masculina, la suavidad del cabello recuerda la de la redondeada carne femenina. Así que en ese sentido se puede decir que las rubias son más femeninas que las pelirrojas o las morenas.
“Y hay otra ventaja: ser rubia da una imagen más infantil que ser morena, lo cual aumenta el atractivo sexual al trasmitir señales de “cuida de mí”. La razón por la que lo rubio sugiere juventud es que en un gran sector de la humanidad los niños, cuando son pequeños, suelen ser más claritos que sus padres, por lo que “ojitos azules” y “ricitos rubios” indefectiblemente se asocian con la infancia”.