google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Elogio de Afrodita

miércoles, 26 de agosto de 2009

Elogio de Afrodita

por Ignacio T. Granados

para Armienne

Cuando los griegos se inventaron la democracia, excluía a mujeres, extranjeros, esclavos y niños. De todo eso, lo único que ha cambiado un poco es que ahora incluye a mujeres y esclavos. Independiente de lo injusto que eso fuera, había un sector de mujeres liberado de la convención; fue el de las hetairas, prostitutas pero en sentido amplio, con más de geishas que de putas vulgares; un sector que participaba en plan de igualdad en las polémicas masculinas, sus manejos políticos y económicos y, más importante aún, en sus festejos, proveyendo sus alegrías.

Se dice que hasta Atenea —la virgen que rechaza el sexo— accedió a mostrarse desnuda al príncipe Paris, para que éste la reconociera como la más hermosa. Pero sería Afrodita la que ganara la contienda, aparte de que siempre llevó su desnudez como su propia gloria, más púdica y delicada cuanto más exhibicionista. Curioso que Atenea naciera ya vestida, guerrera con sus armas; mientras que Afrodita nació desnuda, como avisando de la confrontación eterna.

Como Afrodita, Oshún retiene el poder de la desnudez y de la satería; pero cuídese de ser despectivo y llamar simplemente puta a una mujer, aunque lo sea, porque conocerá la amargura. Es con su desnudez, y la miel que suda, como ella evita esa guerra soez en que se matan los hombres de tanta bravuconería. Es esa masculinidad que viste la mujer moderna lo que se rechaza, como un vestido inoportuno que la aparta, pues nada hay más fuerte que una mujer, sobre todo si va desnuda, blandiendo ese escudo de su sexo misterioso y profundo.

Armiene, con su simpleza afectada, definitivamente kitsch, es también toda libertad; es decir, lo que todos deseamos, aunque nadie se atreva a tanto. Como las diosas sensuales vagabundea y rebusca no se sabe qué, aunque tampoco importa. Las hetairas son un sacerdocio ni tan secreto, un puro culto de fuerte femineidad, porque es siempre la desnudez pura de toda mujer. Si ella lo dijo (War is over!), cómo es que todo continúa; qué pretende tanta estupidez, si ya la diosa habló con su femineidad, basta y hermosa. Provoque a la diosa incomprensible y, ya sabe, conocerá la amargura. Agradezca su presencia gentil e innecesaria y conocerá la felicidad y la calma.

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