google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Fidel Castro y la avicultura (IV y final)

viernes, 20 de noviembre de 2009

Fidel Castro y la avicultura (IV y final)

por Roberto Lozano

A pesar de los desastres, que iban más allá de la avicultura y cubrían todo el espectro económico, el régimen castrista recibe su primer gran salvavidas financiero mediante la firma de acuerdos comerciales con la antigua URSS, los cuales incluían un subsidio significativo. A cambio de la ayuda, los negociadores soviéticos demandan cierta racionalidad económica, como la reinstauración del sistema de contabilidad y precios, la planificación quinquenal al estilo soviético y la integración de la economía cubana al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Los subsidios permiten reactivar la compra de insumos para la industria avícola, con independencia de los costos de importación en el mercado mundial y de los parámetros negativos de eficiencia en su utilización.

Continúa entonces la expansión de la avicultura con independencia de su rentabilidad. El régimen logra triplicar la producción de huevos y de carne de pollo para finales de los ochenta. Fue la época de las “gallinas revolucionarias” que mantenían a flote el barco alimenticio del régimen. Sin embargo, el mantenimiento del modelo avícola castrista deviene insostenible una vez que termina el subsidio exterior. De otra forma no podría explicarse por qué cae estrepitosamente la producción de huevos y carne de pollo a niveles de los años sesenta, y por qué nunca vuelve a recuperarse.

A partir de entonces, la industria avícola tiene que agenciárselas con bajos niveles de insumos. Esto obliga al dictador a hacer concesiones en cuanto a la raza y alimentación de las crías, lo cual permite a los técnicos cubanos impulsar entonces ejemplares que requieren de una mínima intervención humana y muy poco pienso, pero que no alcanzan el mismo peso que las gallinas y pollos criados con insumos y necesitan de un periodo de tiempo más largo para alcanzar el peso que permita su comercialización. Todo esto demuestra que Cuba nunca estuvo en condiciones de competir en economía de escala con productores extranjeros, y que hubiera sido mucho más racional continuar importando pollos que embarcar al país en la expansión de una industria no competitiva.

Debido a la difícil situación alimenticia de mediados de los noventa, el dictador revierte su oposición a la crianza doméstica. Se le ocurre entonces “entregar un pollito a cada núcleo familiar urbano”. Para esta fecha, después de tantos fracasos y frustraciones, ya no le importa que la gente críe pollos por su cuenta: de acuerdo a su propia lógica, ahora revertida, la mayoría de la población urbana nunca había visto un pollo vivo y quizás por eso no tuviera ideas preconcebidas. Aunque eso sí, siempre asegurándose de que ningún aspirante a capitalista llegase a agenciárselas para reunir bajo el mismo techo un pollo y una gallina, ya que ello le permitiría convertirse en un incipiente empresario capitalista del mercado negro. Bajo este programa, cada núcleo familiar urbano recibiría un solitario pollito para criarlo en el cuarto o bañera de su casa hasta que el animal estuviese en condiciones de mudarse al patio o al caldero de la familia. Se repartieron así millones de crías, pero el gobierno cubano nunca publicó estadísticas sobre la mortalidad del programa. De todas formas, debido al hambre generalizada, los cubanos siguieron tratando de criar no sólo pollos, sino también cerdos en sus hogares.

No importó que para el año 2002 la Dirección Provincial de Higiene y Epidemiología de Ciudad de La Habana tuviese que imponer multas para tratar de sacar a los pollos y los cerdos de los apartamentos y casas debido a que su presencia estaba contribuyendo a la expansión de una epidemia de dengue. Las amenazas e inspecciones no lograron acabar con la práctica, ya que un pollo o cerdo maduro en el mercado negro representa mucho más que el ingreso mensual promedio de cualquier cubano, y ayuda a compensar la magra cuota alimenticia de la libreta de racionamiento.

Por supuesto que Cuba nunca llegó a ser potencia avícola ni a exportar los excedentes que prometía el tirano a mediados de los sesenta. Por el contrario, terminó como mismo había comenzado a finales de los cincuenta, importando pollos de los Estados Unidos. ¿Cuántos miles de millones de dólares le costó al país la imposición de un modelo avícola ineficiente e insostenible, salido de la cabeza caprichosa del dictador? ¿Cuántas veces no se repitieron los mismos patrones en la ganadería y otros sectores agropecuarios, como la industria azucarera, que sí eran competitivos pero que terminaron, al igual que todo lo que tocó Castro, en la ruina?

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