por Juan F. Benemelis
La vejez prematura y la longevidad, en última instancia, están sujetas a la temperatura del cuerpo humano, en especial la del hipotálamo, que es demasiado elevada. La regulación de la temperatura del hipotálamo y la renovación del sistema inmunológico, fundamentalmente los linfocitos, prolongaría por siglos la vida humana. No estamos en el campo de la mitología: el alargamiento de la vida humana más allá de un siglo, o sea, la búsqueda de la inmortalidad de Gilgamesh, será un hecho para finales del siglo XXI.
Con la aplicación combinada de la neurocirugía, la nanotecnología, la cibernética, la genética molecular y la física, pueden lograrse mejoras sustanciales en el cuerpo y en la mente humana. Es esencial lograr el proceso de subdivisión en las 10,000 millones de células del órgano cerebral, posibilitando que éste sobreviva durante un milenio, y se aproveche más allá del actual 10% utilizado, creándose un homo superinteligente.
En el futuro, la tecnología de cyborg no se limitará al reemplazo de órganos o miembros dañados. Al envejecer una persona, el cuerpo humano irá dando paso a partes artificiales, es decir, la técnica del cyborg, hasta que la parte original de la persona resulte el cerebro dentro de un cuerpo artificial. Incluso, se ha especulado la transferencia del órgano del cerebro a una máquina. Será posible la fabricación en laboratorios de moléculas de la memoria, saturadas de información, para ser inoculadas en seres vivos, ampliando de manera formidable no sólo el caudal de conocimientos e información, sino la propia inteligencia. No resultará un sueño o una novela de ciencia-ficción el intento de rescatar por medio de sustancias químicas las facultades, los conocimientos y las experiencias de un humano en vías de morir, para transferirlas a un organismo más joven, o a un cerebro artificial. No es un sueño la investigación de los anticuerpos monoclonales y el arribo a la técnica del cyborg, con la cual piezas artificiales pueden ser recubiertas de músculos y piel, iniciándose la integración entre las máquinas y el cuerpo, lo que pudiera superar el simple reemplazo de órganos o miembros dañados. En el futuro, se promoverá la regeneración de partes del cuerpo, y se ampliarán las investigaciones prenatales del feto.
Aún conservamos en el organismo cierta capacidad de regeneración proveniente de nuestra fase embrionaria, sobre todo para los tejidos. Esta facultad podrá acrecentarse para restaurar órganos lesionados y partes del cuerpo amputadas. Se ampliará la capacidad craneal no sólo para alojar un cerebro más voluminoso que elevará nuestra capacidad analítica, sino también para acomodar los implantes electrónicos con el fin de operar con una proporción de información y memoria superior a la actual.
La nanotecnología puede subsanar muchas de las incorrecciones moleculares humanas, posibilitando sobrepasar, como promedio, los cien años en plena facultad física y psicológica. Un número de procesos reguladores bioquímicos que también inciden en la vejez es factible de ser revertido. Muchos de los problemas de salud comunes a las sociedades tecnológicas son resultado del desbalance en la dieta que consumimos, para la cual nos adaptamos hace cientos de miles de años.
De acuerdo con los gerontólogos, es factible conseguir un promedio de vida de entre 170 y 200 años, y una estatura promedio de 2,10 metros, de resolverse las enfermedades con una medicina preventiva y una dieta alimenticia científica, controlando los mecanismos del envejecimiento prematuro que hoy padecemos, higienizado nuestro ecosistema y superando la ansiedad en la vida contemporánea. Es la nanotecnología la que puede revertir todos estos procesos reguladores bioquímicos. Esta prolongación de la vida implicará un período de maduración y educación más dilatado, con la rápida asimilación de inmensos conocimientos, y con una excelente plenitud creativa. En consecuencia, las distancias cósmicas serán más cortas al alargarse la vida humana.