[Carpe Diem]
por Ignacio T. Granados
Dice la tradición —tomémoslo con pinzas— que el football americano surgió en la localidad inglesa de Rugby, cuando un grupo de vecinos se reunió para jugar soccer, con la peculiaridad de que ninguno sabía las reglas. En vez de enzarzarse en académicas y estériles disputas, uno cogió el balón y se tiró a correr; y por supuesto, los de su bando lo apoyaron, mientras el equipo enemigo trató de impedirle que llegara a la meta.
Balompié no jugaron, eso está claro, pero la pasaron muy bien, que es lo que querían; y de paso refrescaron el panorama con una nueva modalidad, capaz de suscitar tantas y tan intensas emociones como la tradición que trataron de seguir.
Igual nos salvamos en las culturas romances, que no se habían inventado los créditos académicos para que pudiéramos gastarnos la culturaza que nos gastamos, y quizás lo que importe sea esa pasión que te garantiza la continuidad en nuevas formas, capaces de refrescar el tedio del paisaje. Claro que toda reducción in extremis es at absurdum, así que tampoco seamos malevos; mejor convengamos en que la educación está bien, pero no como corsé sino como plataforma para el crecimiento, no como limitante sino como expansión.
En todo caso, si todo es efímero, ¿dónde si no en la creación continua y el crecimiento está la razón de ser que te justifica? Si tu nombre se lo llevará el viento, y también a tus amantes y tus conquistas, ¿no se trataría entonces sólo de vivir ese momento?