google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Bailando sobre la tumba de un muerto

domingo, 11 de abril de 2010

Bailando sobre la tumba de un muerto

por José Luis Sito

El diálogo de sordos entre Carlos Alberto Montaner y Silvio Rodríguez puede ser motivo para múltiples interpretaciones o lecturas. Antes que nada, cabe notar esta constatación: no habrá nunca entendimiento, acuerdo, concordia, concertación, y menos fraternidad posible, entre los dos. Y no es porque el desterrado no quiera –Montaner lo ha demostrado en lo que escribe—, sino porque el castrista no puede salirse de su oscuro refugio ideológico sin correr el riesgo de exponerse a la luz del día.

El castrista es un doctrinario, un sectario, un racista de clase, un fanático irremediable. Es así como estos entusiastas son entrenados en las diferentes oficinas del partido único. El ejemplo del “niño Elián” está hoy a la vista: este joven recibió entrenamiento, no educación. Recibió consignas y mandatos, ordenanzas, enunciados manipulados, propaganda, explicaciones distorsionadas por medio de instructores militares. La juventud cubana recibe entrenamiento militar, no educación. La juventud cubana es para el régimen un ejército ovejuno. Silvio Rodríguez recibió este entrenamiento, y a no ser que se le cambie el cerebro, a él y a otros como él, sólo se obtendrá un diálogo de sordos.

Las respuestas del cantante propagandista demuestran la intransigencia castrista, la vehemencia de sus propósitos y el desprecio hacia sus llamados enemigos. Están absorbidos por sus teorías y sus abstracciones, falsificaciones recibidas a golpe de martillo. La realidad para ellos es una ilusión, lo que ven no es el resultado de acciones y acontecimientos concretos, sino de inmateriales construcciones ideológicas, de doctrinas, idealizaciones, embelesamientos. Así, la realidad puede ser constantemente moldeada para que entre, a la fuerza si es necesario, en sus modelos y creencias.

El castrista intenta arrancar a Cuba de su pasado, un pasado radicalmente condenado, para instalar un presente perpetuo e inamovible que nunca se ajusta al futuro grandioso y paradisíaco que fantasea. El partido es inmortal y el futuro radiante siempre está por llegar: el castrista vive “preparando el milagro de caminar sobre el agua”, como dice la canción.

En Cuba, a esta agrupación de fanáticos iluminados esperando un milagro se les llama “revolucionarios”. Es una comunidad que excluye drásticamente a los “enemigos del pueblo”, los contrarrevolucionarios, formando así la imagen no de un Estado-nación, sino de un Estado-tribu. La tribu de los revolucionarios. Son los guardianes del milagro.

Podemos dialogar y reconciliarnos con todos aquellos que hayan sido capaces de ver la luz en medio de la oscuridad. Podemos entendernos con comunistas o socialistas dispuestos a negociar democrática y civilizadamente. Pero es imposible encontrar un modus vivendi con fanáticos. El mérito de Carlos Alberto Montaner y de este diálogo de sordos, entre tantos otros, es el de habernos suministrado una prueba de tal evidencia.

Los castristas dieron un concierto como contestación al asesinato de Orlando Zapata y a la ola de protestas en todo el mundo. ¿Qué podemos esperar de ellos cuando la respuesta ha sido bailar sobre la tumba de un muerto?

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