google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Esteban Morales o el silencio de los corderos (II y final)

miércoles, 28 de julio de 2010

Esteban Morales o el silencio de los corderos (II y final)

por Roberto Lozano

Al separar a Esteban Morales de las filas del Partido Comunista, tras la publicación del artículo Corrupción, ¿la verdadera contrarrevolución?, la jerarquía política cubana envía el mensaje de que lo mejor que pueden hacer los que se han creído que existen márgenes para la “critica honesta” es quedarse callados y hundirse con el Titanic castrista. Los jerarcas del régimen hace tiempo concluyeron que no se puede permitir ningún tipo de Glasnost, ya que la restauración de la mínima libertad de expresión sería el principio del fin de la tiranía, y esa caja de Pandora debe permanecer cerrada para evitar la debacle.

No obstante, el ideólogo-académico-sacerdote, en su dolor y ansiedad emocional --por el rechazo del Partido que tanto parece amar, aunque el Partido no lo ame a él—, produce un segundo artículo (El misterio de la Santísima Trinidad), donde profesa de nuevo su fidelidad al “proceso revolucionario” y a la Cuba “que hizo esta revolución.” Sin embargo, añade otro factor a su análisis, el burocratismo, negándose nuevamente a profundizar en las causas de la corrupción, pero proponiendo con un celo inusitado que se fusile a todos aquellos que controlan las compuertas de los almacenes estatales y estén involucrados en dicha corrupción, como parte de un conjunto de medidas (entre otras la delación generalizada) para “enderezar” el país y permitir que se restaure el crecimiento. Con ello pretende ser más “papista que el Papa”, con la esperanza de que la Iglesia marxista-leninista se retracte y lo acoja de nuevo en su seno.

Con independencia de su radicalismo tipo “revolución cultural china”, su presunta reincorporación como miembro del Partido requiere de consentimiento mutuo, y Morales no parece comprender que la alta jerarquía no perdona sus “debilidades” y por tanto no le levantará la sanción. Quizás piensen que, en su caso, debido a sus constantes contactos con el “enemigo”, ya la CIA ha hecho su trabajo. El haber dedicado “toda una vida” al “proceso revolucionario” –como alega su hijo— no es garantía de permanencia en el Partido. La aprobación sin cuestionamientos del poder castrista sí lo es, pero esa senda no puede ser desandada una vez que se cruza ese Rubicón.

El profesor, especialista en Economía Política, debería de haber sido capaz, tras varias décadas de práctica en las Ciencias Sociales, de ir un poco más lejos en su análisis, aunque ello habría aumentado exponencialmente el riesgo de su crítica. Quizás por eso no se atrevió a profundizar, manteniendo en ambos artículos un discurso puramente descriptivo, que de todas formas provocó la sanción. En cualquier caso, son varias las interrogantes que quedan implícitas, en espera de una explicación.

¿Obliga o no la situación económica-social a gran parte de la población cubana a adquirir productos y servicios en el mercado negro y/o “robarle” al Estado para compensar los bajos salarios? ¿Quiénes son responsables por la permanente insuficiencia productiva después de cinco décadas de fracasos? ¿Cómo se va a poder erradicar la corrupción sin hacer nada en cuanto a sus causas estructurales? ¿Es la corrupción o no un fenómeno generalizado en las filas de la nomenclatura? ¿Son los sancionados escogidos por razones políticas para dar un escarmiento a los inconformes o los potenciales enemigos políticos?

¿Tiene algo que ver o no con la profundización de la corrupción en Cuba que una elite se haya atrincherado en sus posiciones ejecutivas y que disfrute eternamente del usufructo de la renta que se deriva de esas actividades? ¿No existe relación alguna entre la monopolización del poder político y la monopolización del poder económico?

¿Por qué continúa oponiéndose el liderazgo del país a aquellas reformas estructurales que podrían atenuar las causas de la corrupción? ¿Por qué a pesar de las constantes “ofensivas” y “cruzadas” contra la corrupción ésta, en vez de ser minimizada, continúa expandiéndose? ¿Tiene sentido continuar con las mismas prescripciones que agravan la corrupción en vez de solucionar la crisis con políticas diferentes? ¿Por qué no pueden debatirse en Cuba, libremente, las causas de la corrupción y sus soluciones? ¿Por qué no organiza la Universidad de la Habana un seminario e invita a especialistas internacionales a que expongan libremente sus ideas? ¿Cuándo romperán su silencio de medio siglo los corderos de la academia cubana?

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