google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La revolución cubana: ¿Leyenda o realidad?

viernes, 22 de octubre de 2010

La revolución cubana: ¿Leyenda o realidad?

por Roberto Lozano

¿Exactamente de qué estamos hablando cuando hablamos de “revolución cubana”? ¿Cumple este evento histórico, durante su nacimiento y posterior existencia, con los parámetros que definen una revolución social, o sea, el cambio de estructuras de forma violenta en un periodo histórico relativamente corto, tal como reza la definición aceptada por las ciencias sociales, o se queda corta convirtiéndose en una simple revolución política, un mecanismo de conquista del poder? ¿Qué período histórico enmarca el período revolucionario? ¿Se incluye en este el período de la guerra de guerrillas de 1953-58? Sencillamente, sin una definición del objeto que estamos tratando de estudiar y del período histórico a considerar, la discusión deriva en una amalgama difusa de opiniones.

Asimismo, una leyenda o mito puede nacer también a partir de un hecho histórico concreto, como la Guerra de Troya. Es decir, la leyenda puede tener origen en la realidad, así que la disyuntiva Leyenda vs. Realidad puede llegar a ser tautológica por definición, si el “mito” tiene asidero empírico.

Además, cualquiera que se embarque en esa tarea tiene que empezar por aceptar que la mayoría de los estudiosos que ya han tratado de corroborar si ha ocurrido o no una revolución social en Cuba han contestado la interrogante de forma afirmativa. Eso no quiere decir que sus conclusiones sean eternas o incuestionables, sino que la responsabilidad de ofrecer la prueba de la refutación está en los hombros de los que creen que la revolución cubana no existió, que no es lo mismo que decir que ya no existe porque cumplió su ciclo histórico, y también es débito de los que aducen que la revolución es totalmente una invención o un ‘mito” de un “régimen embustero” para mantenerse en el poder.

Los críticos de la tesis de la revolución social adoptan una posición indefendible intelectualmente. Aceptar su hipótesis implicaría que las mejores mentes de las ciencias sociales, aquellas que han sido puestas al servicio del estudio de las revoluciones, han llegado a conclusiones erradas después de varios lustros de corroboración empírica, de estudios comparativos y multidisciplinarios. Son los críticos los que tienen que demostrar, utilizando como vara de medición la definición de revolución social, que en Cuba no ocurrió tal cosa, y al mismo tiempo definir los parámetros de su modelo de continuidad, no-revolucionario, para que puedan ser verificados por otros. De otra forma, también habría que pedirle a los físicos que demuestren de nuevo la existencia de la Ley de Gravedad.

Las revoluciones sociales están enmarcadas en periodos históricos bien concretos, no pueden alargarse como las revoluciones tecnológicas o industriales, que ocurren gradualmente en un largo período de tiempo. Es por eso que los que aceptan que la revolución social existió en Cuba, durante el período 1959-1968, también consideran un absurdo la celebración de la continuidad de la revolución cubana cada primero de enero. En este sentido, creemos que lo que sobrevive de la revolución social de 1959-68 y su posterior institucionalización durante el periodo 1969-74, son fundamentalmente sus políticas, el estatismo de su modelo de producción y el totalitarismo de su sistema político. La revolución social se acabó hace mucho tiempo, y lo que proyecta hacia el presente es la sombra de las instituciones y políticas forjadas durante su nacimiento e institucionalización.

Asimismo, algunos analistas fusionan el fenómeno de la rebelión con el de la revolución social. Por eso, incluyen incorrectamente el período 1953-58 como parte de la etapa “revolucionaria” sin tener en cuenta que, a pesar de que casi todas las revoluciones sociales han comenzado como rebeliones, no todas las rebeliones terminan siendo revoluciones sociales. Confunden a la cebra de la rebelión política con el tigre de la revolución social, sin molestarse en comparar qué separa una cosa de la otra.

Es cierto que el mito o leyenda siempre perdura, mucho más allá del hecho concreto que le da vida. Por eso, podemos llegar a la conclusión, sin temor a equivocarnos, en base a la observación empírica de lo que ocurre en el país, que la sociedad cubana no posee en la actualidad aquella combinación de elementos específicos que caracterizan una revolución social. Podemos hacerlo, sin negar la existencia del hecho histórico mismo (la revolución social) que ocurre con anterioridad y sin que ello implique una posición contradictoria. Sin embargo, las hipótesis alternativas llevan a la total negación de la existencia de la revolución social o a su aceptación como ente eterno e irreversible.

También es un error confundir el uso de la “revolución” en el léxico diario como prueba de su continuada existencia. Existen muchos ejemplos en la historia de la humanidad de creencias populares falsas, como la de que la Tierra era plana y no redonda. Por eso, me molesta que en Cuba se siga hablando de la “Revolución” como un ente vivo, que perdura, ya que lo considero una creencia carente de corroboración empírica, como las apoyadas por la Inquisición. En cuanto al mito de la revolución, las distorsiones, como su carácter progresista y sus exageraciones, como la llamada “epopeya revolucionaria” – una secuencia de escaramuzas--, demuestran que la revolución social y la leyenda que le acompaña constituyen una simbiosis inseparable, con la segunda adquiriendo mayor fuerza a medida que los hechos que le dieron vida se van opacando con el transcurso del tiempo.

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