google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Poética de la Imago

martes, 26 de octubre de 2010

Poética de la Imago

por Manuel Gayol Mecías

En el trópico de la Imago la noche es fiesta. Es La Habana de Guillermo Cabrera Infante con su algarabía de danzas y música incesantes. Es la iluminación de los cabarets, las modelos, el ir y venir de los turistas, es la atmósfera de un sueño que sueña la noche entre bailes y risas, danzones y boleros, jazz y poesía. Volverán las viejas voces y se conocerán las nuevas, y la ciudad de Santiago se inundará también de las presencias recordadas, de las vivas y las muertas. La nostalgia aquí es sana, porque es vitalidad sin soledad, con los visos de lo nuevo. La Imago es poesía y es una verdadera danza perpetua.

Pero si la Imago es recuerdo, nostalgia, pasado, es también, y mucho más, el presente, el futuro y lo nuevo como mencioné: el cambio es algo intrínseco en este reino; no puede ser de otra manera, porque esta Imago (que podría ser análoga a la que se encuentra en el sistema poético de José Lezama Lima) es asimismo análoga al Aleph de Jorge Luis Borges, que contiene todas las imágenes y aun las que están por surgir.

A no dudar Lezama, uno de nuestros más preclaros poetas, supo abrir este camino y crear su sistema de la Gran Imagen; valorar y recomponer la fugaz eternidad de los poemas, en los que nos hace sentir el “éxtasis de lo invisible”. La poética, como sistema de imágenes, dando vida a nuestro mundo corpóreo-imaginario. Por lo que la imaginación se nutre de los hechos creando nuevas imágenes. Hay irradiaciones del mundo físico que se deshacen en corpúsculos que de inmediato se reintegran otra vez proyectando un camino diferente a los conocidos, porque los corpúsculos se cruzan en la visión del poeta. Y esto ya fue dicho alguna vez.

Lo interesante de la poética de la Imago es que descubre que el mundo se encuentra en frecuente cambio, pero no es un simple cambio, sino que éste llega a ser una mutación. Es cuando se sabe que el poema gráficamente yace como símbolo pero en su sentido cognoscitivo se fuga y vuelve, según las infinitas lecturas. Es la purísima contradicción de lo efímero y lo perenne, del instante y la fugacidad. Aquí, con Lezama, por medio de un cierto sentir casi metafísico, podemos acercarnos a una mística de la imagen final.

La Imago es el espacio-tiempo imaginativo que abarca en sus umbrales la posibilidad de bajar a la dimensión de lo físico como subir a la dimensión de la espiritualidad. La Imago —en mi criterio personal— se extiende, en su movimiento de ida y regreso, por los mundos imaginales, y en este sentido se convierte en la energía del ámbar, porque el ámbar es la Imago transformada en energía imaginaria.

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