google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Erótica: Una mística de los sentidos

sábado, 20 de noviembre de 2010

Erótica: Una mística de los sentidos

por Joaquín Gálvez

Erótica, novela del escritor y periodista Armando Añel, comienza con la masturbación de Idamanda Rosael, cuyo orgasmo representa la anunciación de un hecho: el Hecho Thamacun, Playa Hedónica, Cumberland, es decir, Erótica. El lector, ávido de escenas gráficamente eróticas, luego de concluir la lectura de este capítulo introductorio quedará felizmente defraudado: lo verdaderamente erótico radica en el espíritu que lo funda. Pues Erótica, más que un enjambre de cuerpos desnudos, es una manera de asumir la vida, despojándola del peso de los lastres que han condicionado la mente humana hasta hacer de la existencia una tragedia, aunque cómica en muchas ocasiones, para decirlo hegelianamente.

Erótica tiene como referente de contrapartida a Cuba, isla náufraga en la travesía de su historia y en la que abundan ejemplos de su fracaso como nación. ¿Cuáles son las causas de este fracaso? Para responder a esto, Armando Añel ha inventado un territorio que más que geografía es cosmovisión o lenguaje del individuo ante la vida; una historia paralela que es por antonomasia la anti-historia misma. Por eso los habitantes del reducto Thamacun no dependen de la territorialidad y pueden diseminarse en sucesivos éxodos, provocados por su vecina Cuba, para reencontrarse más tarde en el ciberespacio, en Internet. Erótica es la otra posibilidad, la historia anti-histórica de un territorio disidente, que es a su vez espectador risueño de ese teatro bufo que es la isla de Cuba, plagada por el nacionalismo, la intolerancia, el autoritarismo, la mitificación de los símbolos patrios, las revoluciones, etcétera.

El primer ejemplo del sentido iconoclasta de esta novela estriba en el género mismo. Añel, que aboga por librarnos del peso de la Historia y del sentimiento trágico de la vida, prefiere hacer una disección crítica de la nacionalidad cubana por medio de la ficción lúdica en vez de la seriedad ensayística. Por eso uno de sus logros es el de fabular a partir de una tesis sobre la identidad nacional y el individuo. Erótica posee un lenguaje propio, un caudal terminológico que sustentan el modus vivendi y operandi de sus habitantes: La democratización del ego, el Gran Salto Adelante, la Ciudad Prohibida de Richard Megan y la marquesa Beatriz de Eugenia, pareja fundadora del Reducto. Asimismo, el libro es una aleación estilística a la que se integran el ensayo, la crónica y hasta el post de blog, sin abandonar la trama de la novela propiamente dicha. Quizás por la visión heterodoxa de su autor, Erótica ofrece muchas variantes temáticas e interpretativas, que van desde la historia de amor, la historia no oficial de personajes reales como José Raúl Capablanca y Camilo Cienfuegos, implicados también en el Hecho Thamacun, hasta una historia detectivesca en la blogosfera, donde Idamanda y su amante thamacunés, Richard del Monte, deben descifrar las estratagemas de los doble puntoCON, o agentes del totalitarismo, contra los habitantes del Tercer Éxodo, disueltos ahora en el ciberespacio de Cumberland.

“Desnuda frente al mar, en el balcón de la que ya no es su casa (…) Idamanda se llevó el dedo a la nariz. No reconocía el olor de su sexo. Olía a él. Ella era él. El Hecho en la sangre, Erótica alterando definitivamente las reglas del juego (Introducción: Idamanda, página 7)”. El eros en esta novela cumple una función metafórica, sobre la cual se asienta Thamacun, única salvedad o realidad trascendente dentro del contexto cultural criollo en que transcurre la novela. De ahí que la comida forme parte de su entramado, y manjares como el salmón y el cerdo sean, más que apetecibles a nuestro buen paladar, símbolos de nuestra sensualidad (irónicamente, desaparecidos durante mucho tiempo de la cocina del cubano de a pie).

Con esta novela, Armando Añel plantea una subversión de los valores de nuestra identidad nacional y cultural. Thamacun, a diferencia de la platónica isla de Thomas Moore, es utopía dentro de nuestra tradición, porque para su realización es necesaria la convivencia con la otredad y la aceptación de la imperfección como forma de alcanzar la felicidad. Pero es, además, una mística de los sentidos, una erótica del vivir, donde sus habitantes se distinguen también por el olor singular que exhalan. La revolución es interior y depende de cada individuo. Los invito, pues, a que lean Erótica y logren, si lo desean, ser parte de El Hecho.

Texto leído durante la presentación de Erótica este viernes, en Café Demetrio.

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