google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Erótica y las reglas del juego (II y final)

martes, 9 de noviembre de 2010

Erótica y las reglas del juego (II y final)

por Ángel Velázquez Callejas

La represión del sexo empezó con la mujer, y con la mujer se ha ejercido una política despiadada. De ahí que en la novela Erótica, de Armando Añel, Idamanda sea un arquetipo freudiano, profundamente psicológico, aunque alberga la esperanza en la política (Playa Hedónica). Para explicar esta ambigüedad entre lo que es la neurosis y la política, Erótica recurre al segundo término. Se hace posible mediante la política, y por ahora no tiene otra posibilidad que un hedonismo político, racional y acumulativo en experiencias pasadas.

Es la procreación por la política lo que se impone. Primero el espacio físico, Thamacun; luego la mujer, paso al Reducto y la procreación avanza; entonces Playa Hedónica aparece. Erótica se hace posible mediante una respuesta política a toda política totalitaria. Una respuesta desde la Internet, desde los mass media, desde un espacio generacional: El Tercer Éxodo. La procreación en tres fases, cuya manifestación política va en contra de la represión totalitaria.

Erótica rompe el juego: el yo sobre el otro no es más, según Freud, que formas de regulación y monopolización establecidas, usando por ejemplo a las hordas, las primeras formas primitivas de organización comunitaria, para mantener en pie la política de la represión. Esta tesis inicial de Idamanda, de la sensibilidad del Eros, está concebida también en el sujeto erotizante del cual postulaba Herbert Marcurse en su ensayo Eros y Civilización, y por el cual intentaba salvar a la humanidad de esa sobrecarga aberrante del instinto de la muerte sobre el de la vida. Una respuesta en lo formal y positiva al pesimismo de Freud, para el cual la cultura seguiría siempre represiva, amarrada y atada a la percepción vergonzante de la derrota de la vida por la muerte. Y en eso cayó Freud, en el totalitarismo, en imponer el psicoanálisis, su parte oculta, la manifestación del malestar como fin último de la vida. Es decir, esa energía libidinal que es Eros, y que es al mismo tiempo ocaso para la humanidad, alienta a Idamanda a introducirse en el eros, en la búsqueda de su política para vislumbrarla. “Lágrimas negras. Aquellos ojos verdes. La luz que en sus ojos arde” (Introducción: Idamanda, página 7).

¿Este pesimismo de Freud, que devuelve a Idamanda al punto inicial de la vida, de su fuerza, ha sido superado? ¿La Erótica de Añel se plantea una superación en ese sentido, o es una fórmula para asomarse debidamente al Hecho? El intento está planteado, pero en lo generacional, en la forma política de cómo se va conformando El Hecho, discrepo del autor. El totalitarismo es una implicación ecuménica de la política, y con la política al final nada se puede.

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