google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: El arca de Noé

jueves, 30 de diciembre de 2010

El arca de Noé

por Juan F. Benemelis

La Tierra es un organismo planetario, un arca de Noé, con toda la rapsodia de la vida, y donde el humano encarna su conciencia. Hemos tomado con normalidad lo asombroso de vivir en un planeta que está prácticamente dentro de la atmósfera de una estrella: el Sol. Las formas terrestres encontrarán en el espacio incontables nichos. La diversidad cultural y genética en millones de comunidades en las estaciones orbitales, pasando por la Luna hasta los cometas que pueblan la Nube de Oort, e incluso en otras estrellas, obligará a la adaptación biológica a los diferentes medios ambientales donde se asiente.

El humano es el único organismo con un grado de inteligencia suficiente para controlar su medio natural y cambiar el ritmo y las opciones de la propia evolución. Al controlar los genomas humanos, por medio de la ingeniería genética se alterarán la fisonomía y las cualidades de nuestra progenie, incrementando su grado de inteligencia. Pese a los debates que provocará la aplicación de la ingeniería genética, esta nos abre un horizonte de resultados desconcertantes. Sus avances acelerarán este proceso de reestructuración de la fisiología y de la química corpórea humana en el espacio, fijando aquella especificidad que cada hábitat requiera.

Las primeras aplicaciones de la ingeniería genética serán muy limitadas y enfocadas a erradicar enfermedades hereditarias en el planeta Tierra. Se pasará a eliminar las mutaciones recesivas que presentamos, y luego se abrirá el camino hacia la alteración fisiológica específica en el cuerpo. La amplitud de estas alteraciones puede conllevar la diferenciación radical del humano asentado en otro planeta, de su original terrestre. Hasta ahora, el humano ha alterado sus culturas, pero no su substrato: el cuerpo y el cerebro. Los viajes espaciales proveerán de tiempo suficiente para experimentar con las mutaciones genéticas. Se podrán utilizar códigos genéticos del inmenso muestrario de especies animales y vegetales de nuestro planeta para mejorar o alterar la fisiología humana, o para producir otras razas orgánicas derivadas de los mamíferos: homínidos, pero diferentes.

Planetoides o asteroides con menos gravedad facilitarán la duplicación o triplicación de nuestra estatura. La vida permanente en lugares de baja gravedad transformará los huesos en cartílagos, proporcionándonos extremidades más flexibles. En otros sitios de gravedad más alta, la espina dorsal, los cartílagos, huesos y músculos lumbares tenderán a endurecerse más y reforzarse, alterando el inconveniente diseño serpentín de la columna vertebral; se introducirán mallas neurológicas intrincadas, mejorándose el metabolismo, endureciéndose los cartílagos y los huesos.

Habrá especies humanas con los huesos de las caderas más sólidos y anchos para soportar su peso con mayor facilidad; con doble espina dorsal, etcétera. La morfología humana podrá remodelarse para los viajes interplanetarios, para vivir en otros planetas, lunas y asteroides. Asimismo, muchos humanos querrán asumir un físico totalmente diferente. La circulación y la presión sanguínea se estabilizarán mediante bombas microscópicas insertas en el torrente circulatorio. Muchas comunidades homínidas aisladas en ambientes diferentes, en planetoides o lunas lejanas, ensayarán ampliamente con la ingeniería genética, sobrepasando lo que la ética y filosofía del momento considerará como el límite. Es aceptable —desde nuestra lógica— que los viajeros y colonizadores espaciales además de reconocerse por sus alteraciones físicas puedan diferenciarse por sus sistemas de valores morales y éticos individuales; los niveles y contrastes de conocimientos científicos y habilidades técnicas; y por las preferencias en la alimentación, los rituales, el juego sexual, los gustos culturales, los modos de interacción social, las formas de socialización y en los tipos de comunicación.

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