google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La perfecta imperfección

sábado, 4 de diciembre de 2010

La perfecta imperfección

por Manuel Gayol Mecías

Si tenemos que exponer de dónde venimos los cubanos, diríamos que fue desde un punto dado en algún momento de la historia en que cuajaron los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las aborígenes, primero, y después los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las africanas, y más allá los espermatozoides y óvulos de los negros y los chinos, y de los demás que fueron llegando, y que también, en estos tiempos, han venido saliendo de la Isla.

El asunto es que no somos distintos ni iguales, sino de todo un poco, y venimos de la circunstancia del tiempo y del espacio. En todo caso, hemos sido algo, somos algo que se constituye —me atrevo a decir— en una marca profunda a fuego lento que se llama cubano, y que es una incisión tan honda que aún no tiene conclusión. E intuyo que es porque se está rehaciendo en el tiempo, porque hemos tenido el destino histórico, quizás, de que nos estuvimos reconformando por las distintas épocas vividas en nuestras circunstancias económicas, políticas y sociales; y por eso, porque nos estamos rehaciendo siempre, no tenemos la definición final o tenemos la definición de la indefinición.

Somos el “crisol” que mencionó Fernando Ortiz, cierto; un conjunto, a modo de galaxia, que se dice y se desdice. Somos pura contradicción; somos como el aceite y el vinagre y de ahí su mezcla; el limón y el azúcar y al mismo tiempo su agridulce; la sal y el azúcar y hacemos el salao con dulce. Así venimos de los fondos de los fondos, de reminiscencias aborígenes (recuerden las palabras batey, baracoa, güira, henequén, guano, bijirita, biajaca, colibrí, arique, canoa, guayo, huracán, yagua, entre muchas; o frutas como la guayaba y el mamey, y viandas como la yuca); y entre los españoles también fueron los andaluces (bacalao, candela, escarpín, chicharro, habichuela, cherna, bregar, bravo, adición, prieto, andar, comer, juma, amarrar), y los extremeños (carrilera, solfa, mollera, pelú, larguirucho, hoguera, desgañitar, flama, encandilar, colar) y los de Castilla y León (con el castellano, que nos ha dejado hacer nuestra norma muy singular) y todos ellos nos dieron su pinta: ejemplo, los de Asturias y de Galicia.

Venimos un poco del pigmento negro (de Nigeria y Calabar) y mucho del pigmento blanco, desde los tiempos del caucásico o indoeuropeo ligado con el norafricano y el de la península arábiga. Como que esto es una repetición, pero venimos de esas razas, insisto: surgimos de la diversidad.

Los aborígenes duraron poco. Por esa razón, los españoles trajeron a los negros esclavos. Y a partir de ahí los gallegos empezaron a mezclarse (los cubanos le decimos “gallegos” a todos los españoles, como asimismo le decimos “chinos” a todos los asiáticos), y la cuestión es que esa mezcla nunca se agotó, y menos cuando vinieron otros. Recordemos que los ingleses estuvieron un tiempo en La Habana, y hasta unos cuantos franceses y haitianos —como ya hemos mencionado—; los chinos también llegaron en cantidades importantes y se mezclaron; los estadounidenses fueron más silenciosos, pero también estuvieron (creo que siempre han estado en Cuba, al menos, en los deseos de muchos); los judíos se aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial, probablemente fueron pocos pero se mezclaron; unas cuantas rusas, checoslovacas y alemanas, a pesar de sus culturas extrañas para nosotros, vinieron y se quedaron (desde los años sesenta hasta los noventa, más o menos), así como muchos cubanos anduvieron por allá; y por Hungría y Rumania, y Polonia, y algunos se quedaron y otros regresaron, pero los cubanos siempre se mezclaron.

Todos nos han venido ofreciendo algo, dándonos un grupito de genes, de neuronas y pigmentos, y la cadena se hizo más compleja. Después, nos desperdigamos por el mundo, principalmente por Estados Unidos y España (¡Siempre España! ¡Qué paradojas tiene la vida! ¡Para el cubano ahora España es el Nuevo Mundo!), Francia y hasta hemos ido a parar a Suecia, a Perú, a Venezuela, a Chile, a Brasil y Argentina, y a Israel, y no dudamos que hasta en el Polo Norte, o en la Luna o Marte aparezca un cubano algún día… Y la cadena se siguió haciendo más compleja, incluso, repito, hasta después del año 1959, cuando comenzó el diluvio.

En realidad, lo que más quiero expresar es que los cubanos somos indefinidos, una manera sensible de ser, en gestación, en espiral (hacia delante y hacia atrás). Probablemente nunca nos acabaremos si cuando suceda la verdadera transición acabamos de despertar, porque de una u otra forma, por fátum, por el azar o por el destino, por lo general nos mezclamos y desde una perspectiva cultural somos híbridos, diversos. Ese ajiaco que definió Fernando Ortiz es eso, en lo biológico y lo cultural, sí, ajiaco de genes, pero un ajiaco que, a pesar de las fuerzas visibles e invisibles de las imposiciones, se va ampliando, haciéndose cada vez más universal, más cósmico y espeso.

Es como decir que somos la perfecta imperfección, lo que podría ser mi criterio personal de la utopía.

Hablar entonces de “la perfecta imperfección” es, a mi juicio, un tanto intentar volver a definir el concepto de “utopía”. Me baso en uno de los principios progresivos que nos legaron los griegos, el sentido del “mejoramiento constante”, lo que constituye un aserto para el desarrollo del hombre. Sabido es que para llegar al clásico concepto de utopía, habría que creer y lograr la finitud máxima del progreso, y esto también sabemos que es imposible. Una sociedad se encuentra en cambio constante si, al menos, intenta cumplir los principios económicos, jurídicos y políticos de un conglomerado social normal (ello, por supuesto, no es el caso de Cuba). El ser humano, como especie social y en evolución, no admite estancamiento ni finitud; por tanto, su utopía como ser social es la continuidad, y para que exista continuidad tiene que existir la “imperfección”.

El hombre tiene que superarse constantemente, y cuando de ello hace un objetivo y lo organiza, lo ordena, lo estabiliza y lo cuida, entonces en la dirección hacia delante de su espiral puede decirse que su vertical es recia y apunta largo, y que su utopía es la “perfecta imperfección”.

Del libro en preparación 1959. Cuba: El ser diverso y la isla imaginada

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