google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Sobre Bloguerías

domingo, 26 de diciembre de 2010

Sobre Bloguerías

por Ángel Velázquez Callejas

Desde luego, me interesa el cine cubano. Y confieso que hace mucho no leía un texto como Bloguerías, de Juan Antonio García Borrero. Me atrevería afirmar que hay pocos intelectuales cubanos dentro de la Isla con esa vocación de libertad escritural. Un Rafael Rojas, un Iván de la Nuez, entre otros fuera de Cuba, sentirían celos de tal iniciática disidencia intelectual.

El libro Bloguerías, publicado por la editorial Ácana, en Camagüey, y que recoge una series de crónicas publicadas en el blog Cine cubano, la pupila insomne, puede estar condenado al fracaso, puede que su ejercicio escritural desanime incluso al propio autor, induzca a creer que lo que se dice no tiene sentido para una Isla colmada de problemas sociales. Pero ese desarraigo con que están escritas las opiniones puede abrir puertas satisfactorias para que la libertad se imponga definitivamente.

¡Qué belleza la del libro! Es humano, demasiado humano. Y es ahí donde se cierran las puertas. Lo humano debe ser trascendido también. Lo humano no muere en el ser. Me impactó sobremanera el poema de Domingo Alfonso que da fin al libro. Parece un epitafio existencialista: demasiado pesimista, imborrable por el tedio y la angustia, pero alumbrador.

No me cabe duda que se ha experimentado con ese esfuerzo escritural un atisbo de la belleza, cuando el autor afirma algo insólito: en la película de Fernando Pérez, Suite Habana, “la trama se vuelve trascendente a partir del uso de lo efímero”. Lo “efímero” es precisamente lo que saca al autor, por un instante, de su trabajo de bloguero; pero ojo con lo efímero, ya que se puede estar dando la sensación que el trabajo del bloguero forma parte de una larga rutina sin ningún sentido práctico, a no ser el de saciar la misma tensión.

“Ni lo uno ni lo otro”. ¿Por quién decidirse? Una novia deja al novio y puede ser sustituida por otra. La tensión que provoca perder una novia puede ser aliviada por la llegada de otra; en buen cubano, un clavo saca a otro. Pero existe la tensión y la angustia que no pueden ser sustituidas por ninguna otra cosa: la angustia del ser, la tensión de existir. En ese punto angustioso de la escritura, a partir de las opiniones activas de Bloguerías, creo ver el lugar en que se encuentra el escritor. Tendiendo un puente entre lo que es y no es. Y es lógico que así sucedan las cosas para un mundo como el cubano. Por alguna razón misteriosa no se puede pedir más. Las puertas están cerradas y, por tanto, como dice el autor, hay que tomarse un “tiempo”.

El mismo “tiempo” que ha estado esperando el simbólico Sergio, personaje de Memorias del Subdesarrollo. Muy humano, demasiado humano y demasiado ingenuo. Por eso su expectación en sí misma, aunque individual, es también ridícula. Su presunto desarrollo en sí mismo es subdesarrollado también. Darse “tiempo”, “esperar”, tener la “esperanza” de que las cosas sucedan por sí mismas, forma parte también del subdesarrollo humano. El espectador Sergio es un hombre angustiado por la mediocridad que le rodea. La ciudad de La Habana le parece de cartón; los mismos gestos, los mismos parlamentos. Yo agregaría: La Habana no tiene alma, está muerta como lo está hoy. Ni en lo “efímero” está viva. Toda Cuba lo está: esa es su memoria. Sergio es un personaje tan dormido, tan llenos de sueños, de esperanzas, como todos los que están en La Habana. Sólo que el sueño de Sergio es significativo: lo invita de un modo subrepticio a darse cuenta que él es un soñador, un espectador más sin ninguna consecuencia. Un pensador de la situación habanera y no un experimentador de la realidad; un ser que tiene la efímera sensación de que está manipulado también por esos parlamentos y gestos del hombre-masa.

La falta de consciencia es tan grande y tangible en el mundo que rodea a Sergio, que por esta razón el personaje se revela trascendente. Es nuestro personaje. ¿Cuánta gente lo ha imitado? Está clavado en lo más hondo de la psicología del cubano. El hecho de darse cuenta de que a través del pensamiento, de una mirada oblicua, La Habana está dormida en un espacio vacante, ya constituye un avance para salir algún día del subdesarrollo. Lo humano, lo demasiado humano de Sergio, provoca la misma situación de tedio, de sentido de muerte, de incapacidad de adaptarse a la nueva situación. En Sergio hay algo importante que no ocurre en los demás personajes: la pregunta de si tiene sentido vivir la vida en La Habana de los 60s. Esta ha sido la mayor pregunta, que ha dejado abierto un abismo para el futuro de Cuba. Hasta ahora nadie la ha respondido. Y honestamente, por ese gran motivo, por no responderse la pregunta de Sergio, es que no veo libertad en los escritores cubanos. El fundamento básico de la libertad ha sido obviado: la vida no es un fundamento filosófico, teórico: es estéticamente vivencial. José Martí, que en un momento estuvo desanimado por el metarrelato escritural, lo asumió para crear el “memen” fundamentalista cubano: la dependencia al destino de que la patria le da sentido a la nación.

Me alegra sobremanera encontrar a alguien dentro de la Isla que se pronuncie por una apertura mediante la libertad escritural. Pudiera seguir animando Bloguerías, señalando cosas interesantes, pero creo haber dicho lo esencial, el tiro al blanco. Una sugerencia para concluir: cuando uno llega a la más alta desesperación, cuando a uno no le queda más que vivir intensamente la frustración en sí misma, es cuando aparece un nuevo modo de expresar. Viviendo es como se puede trascender la angustia. “Trascender la actitud de Sergio” nos lleva al mismo lugar del subdesarrollo. Trascender no es dejar, no es una huella. Trascender, como yo lo entiendo, es borrar, aniquilar toda huella. Nietzsche dijo: “Dios está muerto y el hombre es libre”. Yo diría, “Sergio está muerto, el cubano es libre”.

Pero Sergio pende sacralizado, todavía, como un dios sobre nuestras cabezas. Sergio es nuestro mayor intelectual y la mejor manera de disentir, pero sólo a medias. ¡Matémoslo!

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