google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Juan Carlos Recio: Cruzar el cielo en busca de cipreses

jueves, 3 de febrero de 2011

Juan Carlos Recio: Cruzar el cielo en busca de cipreses

Dijo que haría cambios
como las estaciones.
Probó una serie
de escenas posibles
pero a todas
iba vestida sin encanto.
Luego quiso maquillar
figuras de mármol
que no se le parecieran
a sus aventuras.
Comenzaba por el final
de un romance
para que su felicidad
fuera como las cenizas
que se lanzan a un espacio
demasiado abierto,
donde no se pueda
juntar algo definitivo.

Dijo que escuchar
al viento la reconfortaría
y que debajo del agua
sus ojos,
apenas abiertos
pueden ser
manantiales incautos.
Solo he visto
muecas sin acento
desfigurables y distraídas
en sus formas
como borrar
en la arena con un gajo.
El cielo no es azul
cuando me habla,
los montículos de hielo
sustituyen lo que se respira;
a veces ellos entran
cuando salgo.
Hay, además un hervidero
donde caben las vibraciones
de este fantasma
que siempre se repite.

Dijo que recordaría
cómo se acomodaba
mi corazón
en aquellos trenes
de azúcar en fila
cuando su paso
era la única
sensatez de amor
que produjo la movilidad
de estos mareos.

Dijo que recordaría
también
cómo morir en mis brazos;
a veces sus sueños
son parecidos a los míos:
cristales,
maniquíes muy frívolos,
a algunos
le falta un brazo
y otros
no saben levantarlos
congelados en ese flash
donde todo se amontona.

Ha dicho tanto
sin decir nada
que es exacto a mi delirio:
de dar vueltas
y vueltas
bajo un nombre
de no encontrar
el carrusel de su voz
que escucho lejos,
como
desde un vestido a cuadros
hecho con desgano;
y cuando logra desvestirse
es la sombra de un ave
en el cielo muy incierta.
Dice lo que no quiero escuchar,
me conduele,
y salgo,
a perderme por los arboles
sin hojas:
les concedo la armonía
de todas las orquestas posibles.
Sonrío y saludo con el rostro
áspero de sus cortezas.
Nadie puede cantar
esa canción
que trato de memorizar
cuando hace frío,
no hay un solo remedio
contra esto.
Tal vez como una roca
quede mudo
y vea
cuando pasan las hojas
desde arriba,
de un color rojizo
a cuando se pudren.
Toco la tierra que piso,
extraño que toca
lo que ha visto;
de lejos,
por la luz de un farol
cuando otro extraño
se masturba.

Dijo que iba a hacer
cambios suntuosos
en el salón de esa historia
descrita arriba
para verme ajeno
donde ella peligra
y para bailar
como una reina
vestida de esas algas
de los ríos
que siempre huelen
a los cadáveres
que el pasado año
se dejaron llevar
por las más tibias corrientes.

Ahora puedo entender el ayer
y recordarles a los soñadores
cómo fueron
las pasiones que cargaron,
usados por costumbre
en querer desvestirlas
para que dibujaran
también
con cierto aire de gloria
la silueta
tras aquellos árboles
que sólo son fieles
a su madrugada.


Ya recuerdo la música
que quería cantar,
es una letra
que a nada se parece,
es como uno mismo
con un muñeco de nieve
bajo un paraguas,
frente al blanco
de una vida que repite:
Quién va a cruzar el cielo
en busca de cipreses,
si en esta ciudad
somos barcos extranjeros,
cúpulas vacías
que guardan sus miedos;
como las cabezas de las mujeres
expuestas al olvido
que nunca encuentran
a quién parecerse
y se escurren bajo el brazo
de otro que pasó
sin recordar los inviernos.

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