Hace tiempo que la poesía atraviesa momentos difíciles. La competencia resulta implacable. Las nuevas tecnologías, Trump y el reguetón constituyen, entre otras muchas, distracciones sensibles que la imaginería popular se encarga de difundir a ritmo trepidante y de manera exponencial, lo cual pone de cabeza casi todo. Yo mismo he terminado escribiendo poesía humorística -si es que alguien consigue reírse-, intentando paliar la caída de la alta literatura y el ascenso de la Sociedad del Disparate. Los siguientes tres poemas serios son ya una vieja excepción que me animara a sacar a flote el poeta Juan Carlos Recio: