por Joaquín Gálvez
En la cinta Memorias del Subdesarrollo, el clásico de Tomás Gutiérrez Alea, los temas de la sexualidad, el trópico y el propio subdesarrollo se entrecruzan y retroalimentan, entrampando al protagonista de la historia.
La relación de Sergio –el personaje principal- con sus mujeres es ambivalente. Se mofa de su esposa, Laura, por considerarla frívola, vacía, histérica, y se siente liberado cuando ésta abandona el país. De manera que, tras conocer a Elena, busca en ella todo lo contrario. Elena representa a la muchacha de pueblo, sin ninguna elegancia ni sofisticación. Sergio la utiliza para vengarse indirectamente de su ex cónyuge. Por eso la lleva a su casa, le regala la ropa de Laura y tiene relaciones sexuales con ella en su misma cama.
Muy pronto, sin embargo, cae en la cuenta de que Elena, aunque pobre, puede ser tan vacía como Laura, y no comparte sus inquietudes intelectuales. Para Sergio, Elena simboliza el subdesarrollo: le parece inconsistente, sin capacidad para relacionar las cosas y necesitada de que alguien piense por ella. Él siempre quiso vivir como un europeo, y Elena le recuerda a cada momento que vive en un país subdesarrollado.
La relación de amor-odio que establece Sergio con sus parejas lo lleva a afirmar que la mujer cubana se descompone entre los treinta y los treinta y cinco años: “Después de eso es una pudrición”. En cambio, idealiza a su ex novia alemana, considerando que sí lo entendía y apoyaba como escritor. El falso sentido de la moral en la sociedad criolla, expresado a través de la sexualidad, también sale a relucir aquí. Elena, por ejemplo, muestra su hipocresía llorando porque supuestamente Sergio la ha deshonrado, cuando ni siquiera era virgen. Por otra parte, este último es un paradigma del machismo cubano: aunque aparenta buscar la pareja ideal, sólo utiliza a las mujeres para satisfacer su apetito sexual y alimentar su ego.
“Tú no eres ni revolucionario ni gusano… ¡no eres nada!”, espeta Elena. Esta frase es la que mejor define a Sergio, habitante de un limbo existencial, personaje que no consigue hallar un espacio vital desde el que insertarse en la sociedad cubana. Se despide de sus amigos que abandonan el país con regocijo, pues ya no tendrá que lidiar con sus conversaciones triviales y su mundo vacío. Pero, aunque prefiere permanecer en Cuba, sabe que en el marco del nuevo sistema empiezan a hacerse visibles las costumbres y el modo de vida del hombre de pueblo, o de clase baja, los cuales le resultan igualmente repulsivos, inconsistentes. Como él mismo afirma, “en el trópico todo se descompone, nada tiene permanencia”.
“Cómo se sale del subdesarrollo, el subdesarrollo lo marca todo; y tú –dice Sergio refiriéndose a su realidad- qué haces aquí, dónde está tu gente, tu mujer… Tú no tienes nada que ver con esta gente; ahora comienza tu destrucción final”. El protagonista de la película se asume en una vejez anticipada, como un vegetal sin frutos. Considera a Cuba una trampa, pero una trampa de la cual se siente incapaz de escapar.