Más que cultural, el problema de fondo de la masa seducida por el demagogo es de ego. Se trata de una expresión de debilidad relacionada con el complejo de inferioridad, la frustración y la envidia a quienes sobresalen: Egobio que el fanático del demagogo alivia al verse reflejado en el demagogo que a su vez se autojustifica buscando chivos expiatorios desde el presupuesto de que la vida le está haciendo trampa: El llorón.
Sin comprender, a fin de cuentas, que la vida es un jueguito de obstáculos cuya solución, si la hubiera, radica no en subrayar los obstáculos, u obsesionarse con los obstáculos, o quejarse infinitamente por los obstáculos (la autocompasión, la lloradera), sino en priorizar aquello que los obstáculos no pueden detener: La existencia, el camino, el viaje.