Con la Canción de la Libertad empezaba una revolución que 16 horas más tarde acabaría con una dictadura de más de 40 años. El 25 de abril de 1974, a las 0h25, se transmitía por Radio Renascença esta canción, que sería la señal de la sublevación de los militares portugueses contra la dictadura creada por Salazar. Cuando muchos están “reflexionando” sobre el modelo español de transición, nadie se ha puesto a meditar sobre el ejemplo revolucionario portugués. La actualidad debiera incitarnos a hacerlo.
Los altos cargos defenestrados por estos días en Cuba ya sabemos que no forman parte en absoluto de una restructuración. Se trata de una purga en el sentido más puro de las tramas totalitarias, mezcla de mafia y de estalinismo, de brutalidad y de mentiras. Se ha purgado el aparato de Estado de elementos considerados nocivos, peligrosos y desestabilizadores.
Cuando reina la armonía entre los cómplices de una dictadura, el sistema funciona como un engranaje de reloj suizo, a la perfección. Los problemas empiezan cuando la discordia se instala con sus resentimientos y rencores, sus disputas y recelos. La desconfianza es lo que mina estos sistemas. Se pueden hasta desatar vendettas sanguinarias en el puro estilo mafioso, como ya se ha visto en la URSS o en China.
Lo que dentro del aparato central socialo-castrista y a sus alrededores está profundizando las grietas de desconfianza y de discordia, es el cruce de caminos donde se encuentra la dictadura. Cuestiones esenciales para su sobrevivencia. Entrar en el modelo chino o no. Atender las nuevas disposiciones de Latinoamérica y de Estados Unidos o no. Abandonar el despotismo estalinista o no. Disputas sobre la sucesión, etcétera. Pero sobre todo, los hay cada vez más numerosos, dentro y fuera del régimen, de pijama, de uniforme o de civil, que ya están hartos de esa “cosa” y desean echarla al basurero.
La revolución portuguesa de los claveles apareció cuando en el seno mismo de la dictadura salazarista se instaló la discordia sobre la cuestión de las colonias portuguesas. Los desacuerdos en el Politburó cubano y en sus cercanías son cada vez más agudos. El viento de la discordia está soplando, y trae consecuencias.
Un día oiremos la Canción de la Libertad resonar en toda Cuba. ¿Quién dará la señal? Nadie lo sabe. Pero este canto ha amanecido, vibra cada día con más intensidad, penetra en la certeza con el viento. La Canción de la Libertad resuena y se acerca.