por José Luis Sito
¿Ya lanzaron una botella al mar? Yo, cada vez que estoy frente al mar, le tiro una botella.
Pueden pensar que es un gesto algo idiota y pueril, inútil como un juego de niños, ridículamente idealista, vagamente soñador, una inflación de esperanza. Podrían tener razón.
Se parece a esos objetos que enterramos con la idea de que alguien los descubra dentro de algunos siglos. Pero yo, cubano, no tiro botellas al mar con estas esperanzas y estos ensueños fantásticos. Mis botellas no contienen ningún mensaje, ningún papel en el interior, ninguna huella o signo que descifrar, no comportan nada, están vacías. Mis botellas están vacías.
No llevan ninguna esperanza.
Tiro las botellas vacías porque a mi alrededor es un océano vacío, un charco inmenso de soledad donde no hay ninguna esperanza de que alguien, jamás, pueda abrirlas.
Es un gesto sin fin y sin destinatario. Un gesto desolado.