por Aguinaldo Enterrador
No se considere en ningún modo que estamos demonizando la venta de publicidad a los políticos o incluso la militancia o compromiso de los intelectuales, periodistas o blogueros con una u otra causa. Hay ejemplos muy claros en los casos de Armengol, Ferrera o Triff, cuyas tendencias demócratas (o más bien liberales, en el caso de este último) son transparentes, o el caso de Camilo López Darias (en una derecha extrema y lamentablemente cerrado) o Emilio Ichikawa, que acoge puntos de vista variados, privilegiando una visión conservadora y de derecha en la voz de Armando de Armas y manteniendo vínculos estrechos con las oficinas congresionales de los Balart.
Cabe destacar acá la independencia demostrada por E.I. al negarse a vender publicidad a los demócratas, manteniendo el blog con su trabajo como consultor y vendiendo publicidad blanca. ¿Qué sería de la credibilidad de Armengol si mañana vendiera publicidad a los Balart en su sitio? Está claro que no se trata de ideas u orientación política. Se trata de honestidad intelectual y de credibilidad, que como la verdad en la guerra, son las primeras víctimas cuando alguien decide convertirse en un mercenario.
Pero, ¿por qué abundar en las oquedades morales de un individuo? Muy simple. Este traidor compulsivo ha usurpado cuanto espacio le ha sido posible y lo hemos permitido. Salvo la resistencia estoica y pasmosamente divertida de Tumiami, que ha cargado con la responsabilidad de mantener a raya la polarización enervante de la opinión a favor de la irracionalidad bushista y los excesos medievales de Israel en el Medio Oriente, la calma reflexiva y ejemplarizante de Jorge Ferrer y la dignidad y autonomía de Iván de la Nuez, por sólo citar a los que han estado en el candelero en tiempos recientes, hemos permitido con un silencio cómplice que se arrastre a la opinión pública a creer que los cubanos somos una manada de carneros a los cuales arrean Castro en la isla y EHB y Zoé Valdés en el exilio y en la sociedad virtual.
A fuerza de censura y moderación de comentarios, de cascadas de correos electrónicos y manipulaciones, de chismorreos de comadre y contubernios conspirativos, se ha cercenado la espontaneidad de nuestros lectores y se ha dado la imagen de que todos somos vaciados de yeso del mismo molde en que fundieron a Isis Wirth o Éufrates del Valle, a los que no falta tiempo para correr a la plaza en que sus líderes han eructado para aplaudir con delirio de balletomanos.
Pero esto no ha bastado. No sólo censuran en sus blog, adiestran a sus guerrillas mediáticas para que corran a otros sitios donde no lo hacen, a dejar avalanchas de ofensas a la moral y la integridad de cualquiera y obligar a sus dueños a moderar y limitar la expresión de los lectores. Este miserable no sólo no ha hecho el trabajo por el cual ha cobrado, no ha dado cuentas a la honesta e idealista señora que le donara para la compra de una computadora nueva de su adquisición y del uso efectivo del dinero para esto, sino que ha dedicado el tiempo que han pagado sus financiadores para que haga de su blog un instrumento efectivo y honorable, para andar comentando con seudónimos variados por los blog ajenos, sembrando infamias, dispersando insultos y conspirando de la manera más burda hasta de sus supuestos colaboradores.
La forma en que se ha expresado de una dama, en el caso de Zoe, hace palidecer los más procaces insultos que recibe ésta en los blog que le son adversos por sus excesos y posiciones extremas, en muchos casos defendiendo a EHB sin simulaciones. Esperamos que al menos eso la haga reflexionar, pues sus excesos biliares no han logrado anegar su capacidad de ser frontal, que algunos aún le reconocen y elogian.
¿Qué resta?
• Descreer de los mitos, de los zepelines inflados por los oportunistas de turno y cuidarnos de los que vendrán.
• Exigir y exigirnos transparencia.
• Apartarnos del sitio en que florecen las flores de “las causas comunes” y las enunciaciones concluyentes, “kantianamente trascendentales”.
• Ponerle precio a nuestra presencia en cada sitio y hacernos pagar con respeto a nuestra opinión.
• Administrar el aplauso y afilar la crítica.
Nota de la Redacción:
Dado que la cosa se pone caliente, como quien dice, volvemos a insistir en el derecho a réplica que en este blog tienen los aludidos. Los remitimos al editorial que en su momento publicamos a propósito del asunto. Pinchar aquí.