por Margarita García Alonso
Más allá de las poéticas y nostálgicas, creo en el proyecto de las banderas por razones más bien científicas: No hay cambio si no se cambia, si no se empiezan a reajustar la nostalgia y el deseo, y se vinculan a la realidad.
El primer logro del movimiento de las banderas es la respuesta de muchos. El segundo, establecer sicológicamente que cada persona es un territorio. En el caso del exiliado, que tiene valores -ya sé, muchos lo saben de sobra, pero hablo en paz- y que compartimos en común esa Cuba.
No me gustaría que quedara como un fenómeno de moda. La poesía de las banderas puede, llegado el caso y si se quiere, ir más allá. Primero que llegue a Cuba. Después que se haga movimiento bloguero, que existan reivindicaciones, manifiestos, convocatorias, lo que sea, como voz. No sé si con la desconfianza virtual, con el desastre que hemos vivido de egos que toman cualquier proyecto para hincharse como postuladores de cualquier puesto intrascendente, sigan poniendo patas y traspiés.
No sé, pero voté sí, que es lo que deseo. Yo reivindico mi utopía personal, que se convierta en movimiento. No he recibido respuestas, pero voy si otros se suman. Es la única forma de convertirnos en voz.