por Ignacio T. Granados
Esto que se ha dado en llamar la blogosfera despierta reticencias desde sus inicios mismos, y especialmente la cubana; lo que se entiende, porque se presta al desarrollo y la proyección de falsas personalidades, en lo que tiene de virtual. Al margen de sus elementos adictivos, o como parte de ellos, está eso de creerse grandes cosas; porque si ya antes de esto era difícil la más simple convivencia con los problemas de ego personal, el problema ya se hace hasta virulento e imposible. Uno siente una especie de vergüenza, y hasta pide disculpas al mítico Kundera; por eso de rebajar la densidad de su trabajo a la virtualidad del blog, que en definitiva también es un Ser, siquiera virtual.
Lo cierto es que hemos extendido a la virtualidad nuestra propia existencia, con todo y pretensiones; y lo malo es que como ya no hay retroalimentación crítica, pues que uno se afinca en las propias creencias, y ya no hay nada que hacer. Sin embargo, eso es engañoso, y así como las crisis son la única posibilidad de crecer; así mismo, quizás ésta sea la dificultad necesaria para nuestra liberación, con ese retorcido sentido de la paciencia de Dios, que es infinita. Si alguna hay que tenga necesidades reales, pues las va a satisfacer; igual que ni la radio ni la televisión arruinaron al teatro, sino que se le añadieron como otra posibilidad.
Producto de eso, la iniciativa de Blogs con Banderas se presta a la contradicción aparente; es decir, a la paradoja de esas banderas que brillan justo por su ausencia. Lo paradójico es la naturaleza misma de esta iniciativa, de la que todo el mundo participa; unos en efecto, otros por defectos, nadie queda fuera, porque para participar no hay ni que ser parte; igual, la representatividad del movimiento alcanza a todo aquel que existe, por el mero hecho de que existe. Se trata de eso, de la ligereza y la naturaleza abierta que propicia esta levedad del blog; insoportable para quien lo usa como sucedáneo, maravillosa novedad para quien lo enfrenta como posibilidad.
No es que haya que llevarse bien, pero sería una lástima que tan maravillosa iniciativa sirva para el enfrentamiento; pero eso es imposible, porque el enfrentamiento es imposible en un fenómeno cuya condición es la inclusividad —¡qué sustantivo tan espantoso, Jesús!—. Aquí hemos visto de todo, y seguro veremos más; ese es el poder de Dios —la vida, el tiempo or whatever you call it—, la paradoja de tenaces dedos. Hay quien hubo de esperar a esto para confirmar algo tan viejo como que la vida te da sorpresas y que el odio es amor; es decir, para descubrir que nunca hay que apostar por una guerra ajena, porque uno nunca sabe a qué se debe ni cómo o cuándo se resuelve. Lo único seguro en este mundo es la muerte, y la fe que uno pueda poner en las cosas buenas; el resto se va a acomodando entre estas dos presiones, morir y vivir del mejor modo posible. Como recordaba una amiga de “amor largo y raro”, no hay que hacer estrategias; es mejor, sin dudas, dejarse llevar por esta levedad del blog, que no es ni remotamente insoportable.