(Usted también puede tener un Troll)
por Ignacio T. Granados
Claro que todos preferiríamos tener un Buick, pero como esta realidad es virtual no se puede andar pidiendo mucho. En definitiva, mi Troll es mejor que el Buick, porque no está sujeto a cuotas de pago, aunque sí de crédito. El problema es que mi Troll proviene de esa deformación monstruosa del socialismo por la fuerza, en el que supuestamente todos somos iguales. No es que unos seamos mejores que otros, pero sí que todos tenemos intereses propios, distintos, individuales. La culpa es de la utopía intelectual moderna, ¡pero es que ya somos postmodernos!
Voy a explicarlo un poco, mi Troll no es suave ni sedoso como Platero, no parece de algodón, pero es indisolublemente mío. Recientemente tuvimos un momento de reconciliación, que yo —¡y después dicen que soy inteligente!— tomé como algo personal, igual que su persecución anterior. Pues nada de eso, mi Troll está en sus trece; sólo que con una mente pretendidamente sagaz manipula sus situaciones. No es que yo vaya a desenmascararlo, pues soy demasiado hedónico para estármelas dando de redentor, y cada quien tendrá que aprender por sus propias experiencias.
Tampoco es que haya estado del todo mal, y que su respeto no fuera por mí, sino por otra causa, no le quita mérito sino que se lo añade. De algún modo su comportamiento es extraño para mí, debe ser por la diferencia de naturalezas; lo cierto es que no lo entiendo, es un tipo popular, no necesita de esta persecución; pero aceptemos que si fuera comprensible no sería un Troll sino un tipo común, de esos que ya no hay. De hecho, acepto que la repentina calma me llevó a extrañarlo; me provocó ansiedad la perspectiva de tener que seguir esperando a que Tiro Fijo se acabe de reponer de los golpes que le propinó la Superwoman —a que se saben la historia de la Mamachola—.
Así las cosas esto se va poniendo cómico, pues parece un episodio de la Lucha Libre; la Superwoman contra el Tiro Fijo, y... tantán. Por sí o por no, yo avisaré a mi adalid, Ñaki-ñaki Cimarrón, porque esto de andarse yendo a la lucha sin máscara como que no está en na’; y al Ñaki-ñaki le cedo la bandera de la improbable Cuba Africana, por si tiene que venir a pelear. Lo digo porque he percibido ciertas señales de mi Troll, que me dan la esperanza de que vuelva a las andadas; aunque esta vez dudo que alguien se lo crea y se divierta, y además lo siento por la candidez de quienes alentaron la reconciliación; pero lo dicho dicho, cada quien ha de aprender de y por sí mismo.
Yo sé que la mortal enfermedad de mi Troll es un celo terrible, y un tomarse en serio que desmiente su supuesta espontaneidad; pero él no comprende su naturaleza conflictiva, ¡es un Troll!; no sabe que siempre que ocurre lo mismo sucede igual, y que si tales aguas trajeron tales lodos muy poco puede cambiar. Eso sí, de debaticos nada, porque para pelear conmigo hay que entrar en mi propia división; yo no desciendo a la división de nadie, y después de todo, sólo se trata de esa insoportable levedad del blog.