por Armando de Armas
Nostalgia: ¡Ay, ayayayyyy, Dios mío, qué nostalgia! Siento de aquellos periodistas tan buenos y atildados siempre dándonos las buenas noticias del comandante, noticias de cortes de caña como grandes batallas, de superproducciones de papa que sólo se veían en el noticiero de las ocho, tan obedientes y revolucionarios, nostalgia del canal dos y el seis de la televisión nacional, de Radio Progreso y Radio Rebelde y, sobre todo, de los días gloriosos en que el Comandante en Jefe desbarraba y ponía a todas esas estaciones en fila, en cadena, encadenados, no fuera que perdiéramos por despistados sus piezas meatorias, perdón, quise decir de oratoria.
Nostalgia: ¡Ay, ayayayyyy, Dios mío, qué nostalgia! Siento nostalgia de aquellas entretenidas películas soviéticas, por ejemplo, Liberación Parte 1, Parte 2 y Parte 3, del tarado de Elpidio Valdés, de Fefa Comité y de todas las chivatonas, arrastrapanzas de mi cuadra, y de las patadas en el culo, ¿seré masoquista?, que daba la Policía Nacional Revolucionaria.
Nostalgia: ¡Ay, ayayayyyy, Dios mío, qué nostalgia! Siento nostalgia de los productos liberados, de las colas, de la libreta de abastecimiento, mejor, de desabastecimiento, de los dos huevos por cabeza a la semana, del picadillo de soya, del troncho, de las caldosas colectivas, de la celebración de los CDR, de los cederistas y los carteristas, de los mirahuecos y los internacionalistas. Nostalgia de aquellos calzoncillos llamados tacacillos, de los blumers y ajustadores llamados matapasiones, de la guata de almohada como almohadillas sanitarias, de la urticaria, de la tenia y la lombriz solitaria, de los preservativos chinos, de las ladillas, la gonorrea y el herpes genital simple, de los abortos como un medio anticonceptivo. Nostalgia del bailar y el gozar con la Sinfónica Nacional. Nostalgia de los ñangaras y segurosos con sus caras duras de pencos alardosos.