
Cumberland había sido apenas una pesadilla en las mentes acaloradas –nunca mejor dicho- de los británicos. O de algunos británicos, porque el gobierno en Inglaterra nunca entendió por qué el almirante, pudiendo atacar La Habana, se decidió a rodear Santiago. Definitivamente, Cuba no estaba para los ingleses.
Mapas cortesía de Gaspar El Lugareño.