Por Alvaro Alba
Los historiadores rusos recuerdan las prohibiciones en tiempos de Stalin a la genética y la computación, por ser consideradas ciencias burguesas. Ahora la historia, como ciencia, vuelve al rango de lo prohibido y la política e ideología se convierten en el medidor exacto del debate. ¿Cuántos documentos de la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patria, como le llaman en Rusia, permanecen en los archivos? Sin mencionar el hecho de que las organizaciones cívicas dedicadas al estudio de los fenómenos sociales como el estalinismo, no tienen acceso a estos archivos.
Los investigadores vuelven a protestar por la falta de mecanismos y disposición legales que les permita obtener información sobre el pasado reciente de Rusia. Y mientras la historia se adentra más en el terreno militar, más difícil es el acceso a los documentos en los archivos rusos. Hace años que un grupo de historiadores piden que se les permita ver los documentos del archivo militar de Podolsk, en la región de Moscú, donde está la lista de soldados y oficiales soviéticos fusilados por órdenes del mariscal Gueorgi K. Zhukov, pues en tiempo de guerra los altos oficiales tenían derecho a fusilar a sus subordinados, sin juicio ni investigación, si consideraban que éstos no cumplían con sus obligaciones. ¿Es acaso anti-ruso el deseo de conocer la cantidad exacta de fusilados por el afamado estratega militar soviético? ¿Quién tiene el monopolio para determinar qué es falsificación?
Los historiadores rusos ven esta comisión como un apéndice político de la presidencia, un censor para las ciencias sociales. Y en todo caso, un juez de un tribunal regional será el encargado de poner las sanciones a los que la comisión determine que son “falsificadores”. La historia es una ciencia no sólo sobre el pasado, sino también sobre el futuro. Se estudia para sacar provechos prácticos, se discute y debate para no repetir los errores del pasado, como seguir viviendo. Los antiguos romanos decían con sabiduría que la historia es la maestra de la vida, Historia magistra vitae est. De ella aprendemos o seguimos equivocándonos.