google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Cuba y la utopía (I)

jueves, 9 de julio de 2009

Cuba y la utopía (I)

por Carlos Alberto Montaner

Para afrontar su devenir con un mínimo de confianza y esperanza, cuando se vive en medio de la crisis, todo Estado necesita que su más responsable intelligentsia formule un sereno juicio crítico sobre las ideas y creencias vigentes, identifique el rumbo o la pérdida de rumbo de la nación y proponga, entonces, un nuevo proyecto de utopía que señale la singladura correcta.

No doy a “Utopía”, en este caso, la connotación de sueño irrealizable o vano, sino la de morada feliz en la que se cumplen los dos objetivos primordiales de cualquier Estado: generar un flujo creciente de prosperidad y distribuir esa riqueza inteligentemente, con arreglo a la equidad y a la compasión. Es decir, doy a “Utopía” la significación de posible Arcadia si los hombres fueran justos, si sus actos fueran meditados, y si el azar los acompañare.

Ya sé que en la práctica la historia no se desarrolla de acuerdo con las buenas intenciones, y sé que la sociedad no sigue el curso que en forma atropellada le trazan los ideólogos –esos pensadores de lámpara que decía Martí, como subrayando que ignoraban la luz del sol–, pero eso no nos exime de la última responsabilidad que cae sobre las mejores cabezas de un país destrozado: pasar un honrado balance del estado de las ideas y creencias, para presentar luego, sin desmayo posible, un nuevo presupuesto, una nueva definición de la felicidad nacional y de los medios para alcanzarla, aunque sin olvidar, ni por un momento, que la búsqueda de una forma superior de convivencia jamás justifica la imposición por la fuerza de modelos ideales de Estado. A Utopía sólo se puede marchar por la persuasión y el libre albedrío, so pena de arribar al Leviatán totalitario.

Hoy ocurre algo terrible e inédito en nuestro país: la experiencia castrista ha sido tan devastadora que ha dejado a la nación sin derroteros ideológicos, sin caminos previsibles para alcanzar Utopía. Es como si a la Isla le hubieran impuesto la fatídica advertencia que Dante colocaba a la puerta del infierno: aquí yace toda esperanza. Se admite en privado, por los personeros del régimen, que el comunismo ha fracasado cruel y estrepitosamente, pero no se presenta ni se tolera ninguna alternativa de rectificación, como si se hubiera abierto paso la triste convicción de que el país, simplemente, es inviable.

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