por Armando Añel
–¿Cómo? ¿Cómo fue? Ustedes... ¿cómo ustedes manifestaron su rendición?
–Bueno, nosotros les enseñábamos a los niños y les decíamos que... que nos iban a matar a los niños, que habían niños y mujeres que... que no echaran los chorros de agua que eso nos iba a matar a los niños. Entonces los niños eh... empezaron a rendirse y les gritaban: ¡nos rendimos, nos rendimos! Vamos a virar para atrás. Vamos a virar para atrás. Eh... no nos echen más agua. ¡Nos van a hundir... nos van a matar! (fragmento de la entrevista hecha por Jorge Andrés García a su hija María Victoria, sobreviviente del hundimiento del remolcador 13 de Marzo).
Hace exactamente quince años, el 13 de julio de 1994, unas 70 personas intentaron escapar de Cuba a bordo de un remolcador. Hallándose a unos doce kilómetros de la costa habanera, otros tres remolcadores embistieron la embarcación, al tiempo que lanzaban agua a presión sobre sus ocupantes. El 13 de Marzo fue sucesivamente golpeado –ya anegado– hasta que cedió, se quebró y hundió, con un saldo de 41 víctimas, 23 de ellas menores de edad, incluyendo un bebé de 6 meses.
Hasta ahora, el castrismo no ha mostrado la menor voluntad de esclarecer lo que desde el principio calificó de "accidente". En el diario Granma, diez días después del hundimiento, apareció una especie de artículo –firmado por Guillermo Cabrera Alvarez– donde se dijo, entre otras cosas, que "un grupo de trabajadores de la Empresa actuaron directamente defendiendo sus intereses. Comunicaron a Guardafronteras el hecho delictivo y asumieron ellos mismos la acción de detenerlos". Pero la versión oficial da pie a numerosas interrogantes.
Si se trató de una acción espontánea, no coordinada, ¿por qué al 13 de Marzo, en plena madrugada, le aguardaban varios remolcadores a la entrada de la bahía? ¿Y por qué precisamente remolcadores, un tipo de embarcación que por sus características era la ideal para interceptar a los prófugos? ¿Por qué estos "centinelas" dejaron que el barco continuará su huida? ¿Por qué la intercepción se produjo a unas siete millas de la costa, exactamente donde no podía ser avistada desde tierra por testigos indeseables, pero aún en aguas cubanas? ¿Cómo es posible que habiendo sido informadas de la fuga desde un principio, las lanchas rápidas de Guardafronteras hayan demorado una hora y veinte minutos en arribar al lugar, después de consumados los hechos? ¿Por qué no se hizo pública una lista con los nombres de los desaparecidos, cadáveres rescatados y sobrevivientes? ¿Por qué no se entrevistó a los cerca de veinte sobrevivientes que permanecieron detenidos por varios días en Villa Marista? Y sobre todo: ¿por qué no se celebra el proceso que esclarecerá de una vez y por todas si lo ocurrido fue un accidente o un crimen?
Entretanto, la masacre del remolcador 13 de Marzo –más que las de Canimar, Cojimar, la base de Guantánamo, etcétera– ha pasado a ser patrimonio de la memoria colectiva del exilio, y aun de buena parte del "insilio". La imagen es pavorosa: una muchacha protege a su hijo pequeño de los chorros de agua a presión mientras grita, casi murmura, "nos van a matar a los niños… nos van a matar a los niños…". Ella se rendía, pero inútilmente. Ella se rendía, y sus verdugos se burlaban. Ella se rendía, pero en la memoria de una nación que ya es diáspora y reminiscencia, fuga y perenne retorno, el Remolcador no se rinde.