google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Penélope y los imitadores

sábado, 25 de julio de 2009

Penélope y los imitadores

por Armando Añel

Este domingo 26 de julio se cumple un aniversario más del fatídico asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, en 1953. Fatídico, porque en el evento perdieron la vida numerosos efectivos de ambos bandos –gente que dormía, gente despistada y gente engañada-, y porque a partir de él ocuparía un lugar en el escenario político cubano quien pocos años después desmontaría el escenario político cubano para convertirlo en su escenario personal. Desde entonces, la política dejó de ser política en Cuba.

Este domingo se cumplen también tres años de la salida del escenario político –al menos del escenario, que ya es algo- de quien desmontara el escenario político cubano (aunque en realidad lo desmontamos entre todos). El 26 de julio de 2006 Fidel Castro escenificó su última comparecencia pública, a partir de la que su hermano abriría un período de expectativas y promesas a media voz que quedó sin desenlace. Cuba sigue esperando y Raúl Castro, a la manera de Penélope, continúa aguardando al Ulises que detenga su huida hacia ninguna parte o, más sencillamente, lo libere del peso de tejer.

Del peso de tomar las decisiones que no puede, ni sabe, ni quiere tomar. Así, mientras Penélope teje su infinito sudario, Ulises es una sombra, una expectativa, un anhelo, un jeroglífico. El tiempo de las reformas, desperdiciado, ha cedido paso al tiempo del inmovilismo, mientras desde él y en torno a él revolotean los conjuros de la adversidad: la miseria, el atraso, el despotismo, la desesperación, el cansancio, el desprecio de unos cubanos por otros cubanos. La nación continúa fragmentándose y, mientras los fragmentos saltan a la vista, seguimos preguntándonos si sobrevivirá al castrismo. Y no necesariamente porque el castrismo vaya a permanecer muchos años más en el poder –algo discutible y en todo caso enigmático-, sino porque su labor en pos de la desintegración nacional y el desarrollo de una cultura del envilecimiento ha resultado sumamente exitosa.

Tres años han pasado desde que el máximo responsable abandonara el escenario político. Y más de medio siglo desde que el asalto al cuartel Moncada proyectara públicamente a Fidel y Raúl. Mientras, nuevos Castro se aprestan, a derecha e izquierda, en Cuba y el exilio, abierta o solapadamente, a imitarlos. Mientras Penélope desteje el tiempo inmóvil.

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