Entre todos los acertijos que debieron resolver Sherlock Holmes y su inefable ayudante, el Dr. Watson, ninguno tan peliagudo como el Caso del Ruiseñor Enjaulado (o del Bloguero Dubitativo). En una época en que la blogosfera cubiche ardía por sus cuatro costados, entregada a causas y consecuencias en discordia con lo que el Dubitativo llamaba “la serena levedad del ser ajeno”, cualquiera hubiera pasado de largo sin reparar en la presencia de este último. Pero el Dubitativo se empeñaba en embadurnar su escepticismo con pintura pedagógica, como si su incapacidad para asumir riesgos, o para tomar decisiones –o más simplemente, para tomar siquiera un poquito-, fuera en realidad una virtud, o constituyera una señal de sabiduría. Esto había llamado la atención de Scotland Yard.
En la distancia, el Bloguero Dubitativo había logrado construirse una jaula desde la que cantaba, como el ruiseñor del cuento, con una tristeza que partía el alma. Cantaba y cantaba, y de tanto oírlo cantar Watson, espoleado por la policía de Blogndres, había “descubierto” que en realidad quería hacerse el gracioso. “Nada más natural en un cubiche que querer hacerse el gracioso”, insistía el doctor, pero el más célebre de todos los detectives no estaba dispuesto a perderse en lugares comunes.
En apariencia, el Dubitativo era un pobre tipo cuyas gracias no divertían a nadie, pero en la vida real era muchas otras cosas. Podía estar enjaulado, pero tras la rejas de su complejo. Podía inspirarse en las nubes, pero no en el recuerdo, atropellado y melancólico, de sus vivencias inconfesables. Su exposición a la luz pública había terminado convirtiéndolo en una suerte de monigote de las Sexólogas Ambulantes, quienes en reiteradas ocasiones habían hecho mofa de su humanidad acorralada. ¿Le colgaría un “ombligo mal puesto” en el lugar del rabo? ¿Acaso había decido inyectarse hormonas? ¿O sería el Ruiseñor, tal y como sospechaba Sherlock, la mismísima Voladora?
El misterio de la Cloaca del Pantano se superponía ahora al misterio de la Voladora Núbil que se superponía ahora al misterio del Agente Doble que se superponía ahora al misterio del Dubitativo Enjaulado. Por si fuera poco, el investigador británico había descubierto que una nueva piedra en el camino, la Zorra del Cerdo, se interponía entre su analítica y la vastedad de sus numerosos casos pendientes.