por José Luis Sito
Carta de un francés a un americano: “¡Cuide bien su discreción! ¡Cada vez más discreción! Sepa no tener razón. El mundo está lleno de gentes que tienen razón. Es por eso que da asco”. Celine a Henri Miller.
La posteridad dirá que a principios del siglo XXI se abrió una época excepcional. Y que la degollaron. A principios del siglo XX utilizaron otros métodos: la asfixiaron.
Comenzaron ofreciendo a una guerra santa cabezas cortadas a mano con cuchillos de carnicero, y exponiéndolas a las cámaras. Siguieron bombas en mercados, almacenes, estaciones, aviones, plazas y calles, todos los lugares donde se concentra la mayor cantidad de seres humanos para poder matar en la mayor cantidad posible. Ya que la información en este principio de siglo sólo se vende, con grandes ganancias, en estas condiciones. Un ser humano asesinado ya no es un asesinato, es una cantidad despreciable. Insignificante para los medios de incomunicación.
Las velocidades informativas, con sus satélites y sus redes, generaron un ruido parásito donde todo se repite y nada se escucha. Señales y signos obedecen a las leyes de un sistema falsificador a todos los niveles y en todas las esferas. El espesor del ruido ya no nos permite concebir que todos los días, de nuevo, subimos del infierno.
La tiranía y la mercancía encontraron provechoso aliarse con las circunstancias, satisfechos mutuamente, aunque mortalmente enemigos. La conflagración general podía esperar el tiempo necesario para llenarse los bolsillos y preparar mientras tanto, en tiempos de paz, la guerra.
Todos pretendían, tiranos y mercaderes, la creación de una Iglesia urbi et orbi, única, todopoderosa, universal y fantástica.
El síntoma de toda un época no fue la caída magistral de las bolsas y los millones de parados y pobres -todo ello muy conocido en el pasado-, tampoco la destrucción de los sistemas democráticos, minados por el miedo y el terror. Fue un hecho que pasó totalmente desapercibido, como las decenas de lenguas que mueren todos los años: desaparecieron los artistas.
Aquí, claro, habría que pasar mucho tiempo y disponer de mucho espacio para dar alguna explicación y suministrar pruebas sobre este cataclismo, pero ya nadie dispone ni de lo uno ni de lo otro, ni tampoco nadie estaría dispuesto a escuchar.
Y sin embargo, otro mundo hubiera sido posible.