por Pedro Corzo
No es una reflexión delirante suponer que Fidel Castro considere retomar el bastón de mando. En los momentos más críticos de su enfermedad no renunció, sino que traspasó sus poderes a la persona en que más podía confiar, a pesar de que más de un analista ha afirmado que entre los hermanos Castro hay divisiones y conflictos.
Los lazos de sangre y la complicidad histórica de la nomenclatura favorecieron su decisión, pero las mismas estratagemas que usó, el surgimiento de nuevos delfines y el temor de éstos a perder sus prerrogativas, se supone obstaculicen su eventual retorno.
Los intereses de la aristocracia revolucionaria son determinantes ante cualquier cambio en la cúspide gubernamental. Es evidente que asimilaron la provisionalidad de Raúl y acataron la oficialización de su jefatura, pero una vuelta atrás aunque sea tomando mucho impulso, puede pinchar la burbuja sobre la que se sostiene la dictadura.
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