por Rafael Álvarez DomenechColombia es quizá el país más complicado y surrealista de América. El conflicto colombiano es casi ilegible, incluso hasta para los propios colombianos. Tuve la oportunidad de estar unos meses y recorrer suficientemente ese gran país, al cual desde hace un tiempo estoy atado por cuestiones que no vienen al caso.
No sé cuál será la justificación de mi colega y compatriota Tania Bruguera. De todas formas considero potencialmente delicado el haberse inmiscuido en un tema ultra sensible, como es el del conflicto colombiano.
Comprendo y respeto las reacciones airadas de un segmento del público, que incluso acusa a Tania de extranjera injerencista e irresponsable. A mi juicio, Tania Bruguera es tan ignorante del conflicto colombiano como lo es la mayoría de la izquierda colombiana (inclúyase una legión de artistas alternativos) de la realidad cubana. Sin embargo, no veo remilgo alguno cuando llega la ansiada hora en que nuestras hermanas camaradas artistas intelectuales colombianas apoyan y/o aplauden eventos concernientes a la política cubana, de la cual (no digo todas) no saben de la misa ni la mitad. Ni falta que les hace.
El señor compañero camarada Ricardo Arcos-Palma anotó en la reseña Vistazo Crítico 73: Tania Bruguera en el Hemisférico del Performance: “Si se tratara de Cuba (país que ella critica cada vez que puede, como todos los cubanos exiliados en Miami)”.
En lo tocante al irrespeto, respondo al señor compañero camarada Ricardo Arcos-Palma: ¡acaba usted de faltárselo a los cubanos! Miles de cubanos dentro de Cuba también critican, sea destructiva o constructivamente, dentro o fuera de los principios socialistas, y últimamente a sotto voce, los deslices y estupideces del régimen de La Habana. No hace falta más que salir a las calles, mezclarse con los cubanos de a pie y escuchar.
No sigamos criticando algunos clichés mientras reforzamos otros. La aburrida y mal intencionada reseña de los “cubanos de Miami” a estas alturas resulta tan simplista como la ecuación guerrilla + paras + cocaína = desplazados. Además, se trata de una recurrencia estalinista que no se corresponde con el tan cacareado nuevo socialismo del siglo XXI.
Cortesía Behiquealto
