“Claudia Cadelo, a quien nadie conocía hasta hace muy poco, no ha podido evitar un acento del que nos hemos hecho adictos. Y aquí no hay recetas ni fórmulas secretas: sólo agudeza y claridad. Por buscarla, hemos desechado la costumbre de indagar en sitios cuya retórica desborda su pretendida eficacia. Los medios tradicionales han perdido su filo al no poder entender que lo espontáneo y lo inmediato también sirven al conocimiento, siempre que tanta fluidez no llegue a enturbiar la razón. Políticas editoriales, composturas heredadas, formalismos que impiden cualquier tipo de riesgo: ¿qué ventajas les quedan sobre el individuo y su afán de protagonismo? Pero más aún: ¿son más creíbles por cumplir los requisitos del acervo que representan?
“Defiendo así una tesis atrevida, porque comprendo que describir certidumbres no es tarea dada a quienes se creen herederos de algo, y ostentan su condición acumulando cuartillas. Sentimos que falta otro sentido, otra densidad. En un mundo donde escritores y policías se confunden, yo prefiero leer a quien evade los cercos sin siquiera percatarse de ello”.
Manuel Sosa en su finca