por Ignacio T. Granados
En una escena de La noche oscura del niño Avilez, el protagonista se pregunta asombrado cómo es que nadie ve a Nueva Venecia, el espacio imaginario que flotaba sobre San Juan de Puerto Rico. La escena es más bien de literatura en la literatura, como las de teatro en el teatro o cine en el cine; ya Jorge Luis Borges anotaba una escena de Las mil y una noches, en que Scherezada le contaba al rey Schariar la historia que estaban viviendo, y que a su vez recuerda el llamado a Sebastian Baltazar para que desenlace La historia interminable. El conflicto era simple aunque sutil, pues Nueva Venecia era el espacio propio del héroe; es decir, era asequible sólo a él, estaba destinado a su realización, como Paradiso a José Cemí.
Otro precedente literario del Hecho Thamacun, es la extrañeza de Tlön imaginada por el mismo Borges, y en la que la gente vivía la realidad que compulsivamente había decidido vivir, incluyendo hallazgos arqueológicos, referencias enciclopédicas e historia, es decir, razones positivas.
Thamacun, y cada una de sus manifestaciones, es sin dudas una realización de libertad; pero con la salvedad de que ésta, como el conocimiento, es personal e intransferible, es una experiencia. La amenaza de los que la agreden no es tan grave, quizás, como la forma en que puede responder, porque, primero, sin contendiente quién te ofrece un parámetro objetivo, quién te contiene ante el exceso.