por José Vilasuso
Siguiendo atentamente los itinerarios de Luiz Inazio Lula da Silva o Michelle Bachelet, representantes de gobiernos serios, vemos que coinciden con los mandatarios clientes del coronel cantante y montado a caballo (Chávez).
Juntos comparten sus temores por las bases norteamericanas en Colombia, por ejemplo, pero no les perturba la posibilidad de que los rusos instalen bases nucleares en territorio venezolano. O la adquisición desproporcionada de armamento por parte del chavismo. Por no citar la presencia de submarinos rusos en aguas territoriales cubanas, y a profundidades no alcanzadas anteriormente por los soviéticos.
No acoto en detalle cómo otros presidentes democráticos pagan con altos intereses los compromisos adquiridos tras recibir las dádivas venezolanas. Nuevamente recordamos el viejo aforismo: nadie da nada por nada, excepto Dios. Hugo Chávez dilapidó los inmensos recursos energéticos de Venezuela en busca de una clientela a la que es hora de pasarle factura. El plazo se ha vencido. Su monto en dólares, ahora por adelantado, está al cobro. A cada uno un denario. Nada más significan estos presidentes si se comparan con la factura en prestigio y soberanía nacional de que muchos son deudores.