por Antonio Ramos Zuñiga
La votación de los comisionados (8 contra 5) que el pasado viernes, en la madrugada, dejó las cosas como estaban –no alza de impuestos-, con lo que el alcalde Álvarez no se salió con las suyas, constituye sólo un ligero sedante, no una solución. La gente que canta victoria se olvida de que aún faltan dos sesiones más y que, a la larga, hay fórmulas para imponer gravámenes tan impopulares como los impuestos de amillaramiento. Esperen subterfugios y esos “ajustes” técnicos donde se esconde el engranaje expoliador de un sistema ineficaz que no está bien gobernado.
A la comisionada perdedora Katy Sorenson se le ocurrió decir que “era un día triste para Miami-Dade”, prueba de que no podemos seguir votando por políticos insensibles y tecnócratas como ella, y como aquellos que pretenden mantener prebendas, altos salarios y politiquería mediocre.
Presenciar como el comisionado Moss –uno de los artífices de las prebendas mal habidas- mandaba a callar a una ciudadana en silla de ruedas que como réplica invocó la libertad de expresión para decirle lo mal que hacían su trabajo, es una señal de que tenemos gente que gobierna con mentalidad bananera y autoritaria. Por supuesto, no lo podemos permitir. No es aceptable. Es hora de que gente así se vaya.
La solución para Miami-Dade (incluyendo a la ciudad de Miami) no es simplemente una cuestión de regular los impuestos, pues seguiría la inercia. Debe ser una intervención profunda en el complejo sistema que origina lo mal hecho, desde lo moral hasta lo administrativo. La solución es una renovación, la modernidad, construir un condado regido por una administración eficiente, de cultura ciudadana. Si seguimos aceptando que haya políticos mediocres administrando nuestras vidas y propiedades, y alcaldes que no saben ser alcaldes, entonces Miami se va a pique y seguiremos siendo un condado borrascoso y pobre.
La cultura ciudadana es esencial porque parte de saber elegir a los mejores, fiscalizar, exigir y, en caso necesario, saber acusar y revocar a los despilfarradores, corruptos e inmorales. A todo aquel que crea que tiene un cargo para ganar dinero y creerse por encima de la sociedad, en vez de servir a los votantes y al pueblo.
Por supuesto que la renovación es un proceso complejo y requiere de los mecanismos de la democracia. Pero se debe empezar por emplazar a los actuales gobernantes y sus allegados: sería saludable para la economía que desde ya comiencen por reducir sus elevadísimos e inmerecidos salarios, así como la cohorte hiperburocrática de asistentes y tarugos que los rodea. Es por ellos por donde deben comenzar los despidos y “ajustes”, si los hubiera. Tantos abogados, cabilderos, consejeros y secretarias para qué. La sanidad y belleza urbanas, la comida de los ancianos, la salud, educación y los nichos culturales son más importantes que un burócrata ineficiente o un político profesional incapaz que desde su cargo pretende auparse sin servir a la comunidad como se debe.
Miami no necesita cambios cosméticos. Si queremos vivir en paz y asegurar nuestro futuro, tenemos que prepararnos para elegir a los idóneos. Que sean jóvenes comprometidos o figuras sin nexos con intereses especiales. Hay que reemplazar a las figuras vitalicias que llevan años engañando y, fundamentalmente, hay que participar de la vida política, crear auditorías paralelas para vigilar al gobierno, establecer una defensoría del pueblo no partidista, es decir, hacer valer la democracia. La renovación, además, debe tomar en cuenta dos cuestiones primordiales a resolver: la administración y la educación. El condado es un desastre administrativo, y la educación es simplista con un aumento en la secuela de mala educación y dinero botado. La prioridad sin dudas es saltar del Tercer Mundo a un Miami moderno que sea un orgullo americano e hispano, la verdadera Puerta de las Américas.
Artículo suscrito por la organización Change Miami-Dade/Cambiemos Miami-Dade, un proyecto de Miami-Dade Community Action, Inc.