por Armando Añel
Cada día que pasa crece más la blogosfera cubana. Esto debe traer sorprendidos a los teóricos de su desplome inminente, que insisten, cíclicamente, en que vivimos la víspera de su desaparición o congelamiento. Pero, como el mar, la blogosfera es un vaivén, un incesante ir y venir que suele convertirse en marea alta.
No obstante, si la blogosfera goza de buena salud, tal vez de mejor salud que nunca, hay que decir, por contra o como dato al margen, que ha sucumbido a la dulce tentación de la competencia. Poco a poco, a medida que espacios como Twitter, Facebook, etcétera, ganan adeptos y dilatan sus fronteras, ha debido reinventarse a sí misma, tomar prestado de géneros tradicionales como la telenovela, los seriales de acción e, incluso, el teatro bufo, para adaptarse a la retroalimentación que demandan las nuevas redes sociales y conservar, al unísono, su perfil creativo. Así, pululan toda clase de algas, peces y conchas en esta marea subida de tono: vengadores anónimos, heroínas del travestismo, malos de la película, comics y series por entrega, bufones, reyes desnudos.
Quizá, a medida que Internet diversifique y enriquezca aún más su oferta —cosa inevitable—, la blogosfera cubana densifique sus caldos, supurando aquellos elementos exógenos, más propios de otros sitios de socialización y entretenimiento, que difuminan el conjunto. Pero ese momento no ha llegado. Vivimos todavía la marea alta, la festiva levedad de la página avariciosa, del objeto de adoración en perpetua dramaturgia. Es la hora de la telenovela.