Anónimo 1:
Hoy día quien se enriquece no es el que inventó un microscopio o una medicina, sino la empresa que la comercializó. No se valora ni se recompensa el pensamiento. El prejuicio es que el pensador no trabaja, sino que se tumba debajo un árbol a esperar que caiga la manzana.
Con la cultura pasa igual. No se valoran las humanidades porque no se reconoce que sin pensamiento crítico no puede haber democracia.
Anónimo 2:
Pienso que hay mucho timo con lo del valor del pensamiento, sobre todo desde que ya esta no es una actividad especializada. Después del sexto grado, todo el mundo es pensador y no hay quien le demuestre lo contrario. Se acepte o no, la “intelligentia” lucha por un mercado sobresaturado de productos cada vez más baratos, y las estrategias para imponerse parecen ser abaratarlos cada vez más. Un inventor de microscopios “agrega” el valor de su inteligencia al producto, pero el dinero para sufragarlo y subvencionarlo lo produce el que menos gana en la escala. No es que esté mal, pero sí que habría que discriminar entre la inteligencia aparente y la real, porque en definitiva no es cierto que todos los científicos inventen microscopios.