google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La asfixia cubana

viernes, 18 de diciembre de 2009

La asfixia cubana

por Carlos Alberto Montaner

Aceptemos –no es tan arbitrario– que una medida del progreso es el espacio vital que potencialmente tenemos a nuestro alcance. Me refiero a la prosaica posibilidad de desplazarme en el espacio del punto en que me encuentro a otro libremente elegido. Aceptemos que sucesivamente la bestia de carga, la rueda, el navío, el avión y la nave espacial son hitos en el progreso humano. Aceptemos –y ya estamos llegando– que en la medida en que el hombre hace uso de esos hallazgos disfruta del progreso. Me parece evidente que un inglés que pasa una semana en las Baleares o un catalán que acude en su coche a Perpignan está ejerciendo el progreso, usufructuándolo, muchísimo más que un aldeano de las Hurdes, culturalmente autoconfinado al perímetro de su villorrio. En inglés hay una frase de admiración con la que se califica a cierta gente de gran movilidad: la «Jet Society».

¿Y qué diablos tiene que ver el espacio con el fenómeno de medio siglo de régimen castrista? Mucho. Cierto tipo de dictaduras herméticas producen una especie de asfixia moral. Esto no es una frase. ¿Por qué la loca estampida de los cubanos hacia los barcos, aviones, salvavidas o rústicas balsas que los alejen de Cuba? Por muchas razones. Aquí va una de ellas: porque se asfixian. Y una de las causas de la asfixia es la limitación de movimiento en el espacio. El extraño malestar que ha producido en el cubano un súbito encogimiento de su ámbito vital.

La revolución, por cuestiones de economía y por su naturaleza simplista, ha reducido, de golpe, la capacidad de movimiento de los cubanos. Entre los reglamentos y el desastroso sistema de transporte, cursar el más sencillo trayecto es una calamitosa operación. Este problema es gravísimo en La Habana, donde vive un 20% de la población del país, y donde existían, por cierto, unos hábitos de desplazamiento más generosos. Obviamente, no me estoy quejando del transporte. Eso puede ser más o menos deficiente –en Cuba es tremendamente deficiente–, sino del terror claustrofóbico que le provoca a un bípedo urbano del siglo de las naves espaciales saber que su vidita va a transcurrir pastosamente entre los muros metafísicos de las dos «cuadras» que separan la vivienda de su trabajo. Saber que su autonomía itinerante no tiene nada que ver con la de su prójimo de Caracas, San Juan o Madrid, puesto que la revolución –a la que ni por asomo se le ocurre que el hombre tenga ciertas necesidades no descritas en El Capital– lo ha confinado a un diminuto potrero en el que apenas puede estirar las piernas.

Habrá que añadir el término parroquialización para describir el fenómeno que se ha apoderado de los cubanos, pero existe y es terrible. Asfixia.

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