google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Miami o la séptima provincia (III)

domingo, 13 de diciembre de 2009

Miami o la séptima provincia (III)

por Armando de Armas

Miami es una ciudad maldita. Los cubanos que en ella habitan han sido nombrados con epítetos tan elogiosos como el de escorias, mafiosos y gusanos. Pero --¡oh, magia de la lengua!— esos vocablos han ido con los años sufriendo, o gozando, una transmutación que va de lo peyorativo a lo positivo. Hoy, entre los oprimidos de la Isla y los escapados de Miami, ser considerados escorias, mafiosos o gusanos da una investidura política y social, una clase y una categoría, envidiables al punto de que muchos llegan a fabricarse unas, en algunos casos, improbables historias en las que en algún momento de sus vidas habrían sido escorias, mafiosos o gusanos.

La satanización de Miami, del exilio de Miami, responde a una campaña cuidadosamente montada y dirigida machaconamente desde La Habana. Lo curioso es que a ese juego se han prestado figuras intelectuales o políticas que por nada del mundo se atreverían a llamar ñato a un ñato, cojo a un cojo y terrorista a un terrorista, pero que, por un inusitado ataque de valor lexicológico, no dudan en llamar escorias y mafiosos y gusanos a los cubanos de Miami. Entre los que así nombran a los miamenses ha habido y hay de todo, desde los ingenuos de siempre hasta los de la mucha y mala leche de siempre.

Cierto que mucha de esa gente en los últimos años ha tomado prudencial distancia de una dictadura que pulveriza aviones civiles en el aire, que hunde barcos con hombres, mujeres y niños a bordo, como el Remolcador 13 de Marzo, o fusila a tres jóvenes negros tras juicio sumarísimo y sin las mínimas garantías procesales que procuraban a toda costa escapar de esa jauja de la igualdad racial que es la finca de los hermanos Castro.

Entre esa gente hay casos de una testarudez o hijeputez de espanto, casos crónicos como el de los Nobel literarios Gabriel García Márquez y José Saramago, o el del novelista Manuel Vázquez Montalbán, quien legó un mamotreto laudatorio de Fidel Castro titulado Y Dios entró en La Habana.

Miami es, por contraposición, la prueba de la gran estafa que ha sido la revolución cubana y sus enfáticas aseveraciones. Miami es un mito, pero sobre todo es la evidencia para el desmontaje de ese otro mito, feroz y mierdero, que como un fantasma recorrió la mayor parte del siglo que pasó bajo el nombre de comunismo.

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