google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: De la libertad de la palabra (I)

jueves, 28 de enero de 2010

De la libertad de la palabra (I)

José Calixto Bernal nació en Camagüey en 1804 y murió en Madrid en 1886. Estudió derecho y se graduó en la Universidad de la Habana. Viajó por toda Europa hasta que se estableció en Madrid, donde realizó la mayor parte de su obra política y literaria. Bernal fue varias veces diputado a las Cortes españolas, tomando partido por los autonomistas cubanos. Estos apostaron por la cristalización de la nación cubana y la forja de una ciudadanía cívica y responsable antes que por la conformación de un Estado independiente, al cual pretendían llegar por la vía evolutiva y no violenta. En este fragmento de su obra Teoría de la autoridad, aplicada a las naciones modernas, Bernal se erige como un convencido defensor de las libertades civiles, en particular la de expresión, y de forma implícita carga contra el despotismo español en Cuba. Fuente: Cuba: Fundamentos de la democracia. Antología del pensamiento liberal cubano desde fines del siglo XVIII hasta fines del siglo XX (Fundación Liberal José Martí, Madrid, 1994).

De la libertad de la palabra

Así como una organización defectuosa en el interior de un Estado y la presencia de ejércitos permanentes pueden ser un defecto que vicie o un vicio que arruine las instituciones democráticas, así la represión de la libertad de decir puede ser un obstáculo que obstruya el libre desarrollo o la marcha franca de esas instituciones.

El hombre nace con la facultad de pensar. El pensamiento es ilimitado, impalpable, irreprimible. Las regiones en donde puede extenderse el pensamiento son infinitas. Ningún poder humano puede señalarles límite. Nadie puede decir al hombre no pensarás en esto. Y si lo dice, el pensamiento se burlará del mandato y remontará su vuelo, tan libre, tan expedito, tan desembarazado como antes del precepto insensato.

El hombre nace también con la facultad de hablar y con la cualidad de ser eminentemente sociable; y aquella facultad y esta cualidad la ha recibido de la naturaleza, sólo para expresar sus ideas, para trasmitirlas y comunicarlas a los otros; y como el pensamiento o la concepción de ideas es ilimitado, la expresión o comunicación de ellas no puede dejar de ser lo mismo.

Privar al hombre de su facultad de pensar sería privarlo de su identidad de hombre: privarlo de su cualidad de sociable. Ambas cosas, además de ser injustas, son contrarias a la naturaleza, y como tales imposibles.

Injusto, porque sólo es justo el precepto que impide el daño de los otros, y la palabra no daña. La palabra no sirve sino para expresar el pensamiento y el pensamiento no daña nunca: lo que dañan son los hechos.

[…] Los gobiernos prohíben que se hable contra ellos, y se conspira. No se habla en público, pero se trama en secreto […] Se prohíbe denigrar una cosa, y elogiándola se le denigra. Entonces se prohíbe publicar periódicos, y se publican hojas clandestinas: se prohíbe escribir, y en lugar de escribir se habla: entonces se prohíbe hablar en público, y se habla en privado; y el resultado de todo es que la idea que así se quiere reprimir, se extiende más y más de ésta manera; porque no se puede prohibir hablar en privado, y lo que se habla en privado a muchos, es lo mismo que si se hablara en público.


De la serie Pensamientos Cubanos, de Enrique Collazo

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