por Jorge A. Sanguinetty
Desde hace algún tiempo vengo observando algunas manifestaciones de cubanos que, dándose por vencidos, han comenzado a abogar por una futura anexión de Cuba a Estados Unidos, o ser parte de España bajo un régimen de autonomía. Realmente, no sé cuántos son ni cuán en serio debemos tomar estas tendencias, pero observando el profundo desapego a su patria de muchos de los cubanos que logran llegar a estas tierras, no me extraña que sean muchos los que hayan abandonado toda esperanza de que Cuba pueda ser una nación por cuenta propia. Esa actitud, multiplicada por el número de los cubanos que la adoptan, representa otra medida del gran daño que el castrismo le ha hecho a Cuba, potenciado por el daño que muchos cubanos le hicieron a su tierra natal permitiéndole a los Castro, por omisión y por comisión, adueñarse del país y aceptándolos todos estos años.
Por esas razones, en presencia de tanta ignominia, tengo que quitarme el sombrero y saludar con gran humildad, admiración y respeto a todos aquellos otros cubanos que desde temprano se opusieron a los Castro, porque los vieron como amenazas al país y no como sus salvadores. Muchos dieron sus vidas por la libertad de Cuba y todavía hay muchos que no se han rendido y que nunca se rendirán. Son las mujeres y los hombres que de manera incansable siguen buscando los espacios de libertad que pueden lograr una mejor vida para los cubanos. Su lucha es mucho más difícil, desigual y solitaria que la de los mambises en las guerras de Independencia. Hoy no tienen manigua que los proteja, ni caballos ni machetes para luchar. Hoy no hay hazañas espectaculares para monumentos que los recuerden, pero no por eso son menos heroicos, menos valientes o menos temidos por sus opresores. No nos equivoquemos. Son nuestros nuevos mambises. Las mujeres y los hombres que cargan el decoro que muchos han perdido, que no han abandonado la idea de que Cuba sea una nación viable, a pesar de estos últimos cincuenta años en que ha sido severamente castigada, empobrecida, desposeída de esperanza y hasta envilecida por una banda de piratas.
Es obvio que estos cubanos no creen ni en anexión ni en autonomía; creen en ellos mismos y en su capacidad de tener una patria propia, no prestada ni importada. Son los herederos de los mambises de antaño, los que aprendimos a admirar, los que nos ayudaron a sentir amor por la patria y a sentirnos orgullosos de ella a pesar de que no era perfecta. Pero estos nuevos mambises necesitan de nuestra ayuda, tanto moral como material.
Estimados lectores de origen cubano: Cada uno de ustedes tiene todo el derecho del mundo a seguir con sus vidas, sin intentar hacer algo para ayudar a los cubanos que luchan por su libertad y por su futuro en la isla que dejamos atrás. Pero si en realidad quieren hacer algo útil por ese país, pueden buscar las maneras de apoyar con hechos eficaces, no simples palabras ni manifestaciones inocuas. Por favor, no traten de enmendarle la plana a los cubanos de allá pidiéndoles estrategias óptimas, como las puedan ver ustedes. Son ellos los que están en la trinchera y por lo tanto son ellos los que tienen que encontrar las formas más eficaces de lucha.
Si usted efectivamente desea que Cuba sea un país libre y pueda aspirar a un futuro digno, debe apoyarlos. Ellos necesitan recursos que el gobierno les niega. Por encima de la cárcel, la pobreza ha sido el instrumento más eficaz de represión que los gobernantes han usado contra su pueblo, para hacerlo impotente, sin tiempo para hacer otra cosa que conseguir un mendrugo diario, sin ánimos para buscar una salida del oscuro túnel donde viven atrapados.
Pocas cosas animan más a los cubanos de la Isla que saber que los que lograron escapar de ese infierno se preocupan por ellos. Hasta una simple llamada telefónica mostrando solidaridad representa una fuerte inyección de moral que necesitan para no hundirse en la desesperanza y la desolación. Pero si a eso podemos añadir libros, medicinas, alimentos, teléfonos y otros medios indispensables, estaremos aumentando las fuerzas evolutivas que están operando en el país por medio de los cubanos mismos que quieren y buscan un cambio. Ya existen iniciativas en esa dirección, pero hay que multiplicarlas significativamente para acelerar el cambio. El castrismo tiene sus días contados. Apoyando la resistencia interna, acercaremos más rápidamente el futuro de una nueva Cuba.