google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Para ya de quejarte

lunes, 24 de mayo de 2010

Para ya de quejarte

por Armando Añel

Primero, la consciencia del asombroso acontecimiento que es la Tierra. Su perfecta, diríase que milagrosa ubicación en el espacio, inútilmente asolada por el inhóspito vacío de la galaxia, del universo referencial. Afirmaba Juan F. Benemelis en su magnífica serie sobre el futuro –publicada en este blog—, que “Marte es un planeta sospechosamente perfecto para la colonización humana; ofrece la impresión de una programación cuidadosa para facilitar su conversión en una segunda Tierra. Existe tan excelente sincronía y ubicación del círculo de planetas internos del Sistema Solar, que se presenta como si la Luna y Marte fueran pre-manufacturados evolutivamente, calculando los pasos de nuestra eventual salida de la Tierra y expansión hacia el resto del Sistema Solar”. Se presenta como si la propia Tierra, en su extraordinaria diversidad, fuese pre-manufacturada evolutivamente, en una suerte de descomunal operación de ingeniería divina. Y todavía hay quien anda cabizbajo y se estresa, tras haber sido escogido –o “haberse escogido”— para esta aventura sin igual que es la vida en el planeta.

Segundo, la consciencia del inconmensurable prodigio de haber nacido. Uno entre un millón y nunca mejor dicho: señalados por Dios –si Dios existiera— entre cientos de miles, hemos atravesado las paredes envolventes, los conductos sinuosos, hacia el tercio distal de la Trompa de Falopio, en una carrera loca de todos contra todos en la que nuestras posibilidades de imponernos eran prácticamente ridículas. Y sin embargo, lo logramos. Fuimos escogidos, o nos impusimos categóricamente, sin medias tintas ni titubeos, arrasando en nuestro protoplasma vertiginoso. Pequeños dioses convertidos en el Dios que somos. Como afirma Emenegildo Evans: “Imagínese acelerando en las tinieblas de una autopista sin fin, escoltado durante horas por cientos de miles de conductores empeñados en superarlo, desesperados por arribar a la meta-óvulo sin su intermitente compañía. Imagine la hazaña incomparable que constituye su victoria, su impositivo arribo a la meta”. Imagine todo eso y deje ya de quejarse.

No desperdicie el milagro de Ser, no priorice los contratiempos. Después de todo, y para decirlo otra vez con Evans: Usted es un ganador, usted me está leyendo.

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