Sí, soy todavía de la UNEAC. Me permite salir a dar conferencias a universidades extranjeras. Me publican mis libros sin costo alguno. Me da la posibilidad de templarme a un efebo poeta cuando soy miembro del jurado en un premio David. Me da una lanita fulera para comprar en la shopping de Carlos III. Vacilo y gozo con su membresía. No pido asilo político cuando salgo de Cuba porque se me acaba la gozadera. No quiero verme vendiendo carros en Hialeah o de camarero en La Carreta. Bueno, ya los dejo: tengo que apagar mi laptop porque estoy a punto de montarme en el avión de Miami a La Habana. Es verdad, soy un descarado, un sinvergüenza a mucha honra.
Ah, y se me olvidaba. Regreso dentro de un mes. Me invitaron a dar una conferencia en Atlanta, dos en Iowa y una en Seattle. Con todos los gastos pagados más las dietas más todos los regalos que siempre me hacen. Quedarse aquí es un embarque. Luego ya ni te quieren invitar, ni te regalan nada.
Anónimo aquí