google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La gran responsable cambia de chaqueta

lunes, 30 de agosto de 2010

La gran responsable cambia de chaqueta

por José Luis Sito

Cambiar de chaqueta resulta fácil, es como cambiar de moda. Pero la conciencia no se cambia como una corbata.

Se ha hablado tanto de cambio en estos últimos años, y es verdad que todo está cambiando, pero no donde lo esperábamos. Lo que está cambiando es la corbata, pasando de un color rojo vivo a un color blanco inmaculado. Desaparecen las cartas, los archivos y la tinta de las páginas: las páginas se están volviendo blancas. Todo un revisionismo agitándose para reescribir la memoria del crimen organizado.

Le decía hace poco a un intelectual cubano (y parecía no hacer caso) que la diferencia entre los agentes culturales durante el franquismo y los agentes culturales durante el castrismo estriba en que los agentes culturales españoles fueron todos, en su inmensa mayoría, antifranquistas, mientras que los agentes culturales cubanos fueron todos, en su inmensa mayoría, servilmente castristas. Lo más escandaloso y miserable es que todavía hoy algunos, muchos, viven dentro de esa porquería castrista con miedo, con indignidad, con la cabeza agachada. Y los que ya no viven en ese engendro, sino en un exilio vaporoso, parecen como ausentes de la verdad, de la memoria, de la historia. Se retiraron de la historia, como quien dice, sobre la punta de los pies. No son siquiera capaces de mirar ese pasado que no pasa. De mirarlo enfrente, de frente.

La cultura cubana fue la gran cómplice de esta catástrofe, la gran responsable. Ello ha impedido que aparezca una alternativa a esa UNEAC indigna, alguna voluntad de resistencia intelectual, artística, que es la que en definitiva tendría la fuerza y la capacidad de persuasión para llevar al pueblo por el camino de la libertad. En su lugar se sacrificaron como corderos un albañil, unos humildes cubanos, hombres y mujeres que por sí solos no pueden liberarse. El régimen polaco se asustó cuando a los obreros de Gdansk se sumaron los intelectuales, la fuerza cultural polaca. En Cuba huyeron, o se escondieron como conejos. Esto le parecerá a algunos insoportable de leer: pues que cierren los ojos. Que sigan cerrándolos, tapándose los oídos y callando. Es así como en Cuba todo sigue igual, porque los que debieran tomar las riendas de la resistencia siguen mintiendo al mundo, y mintiéndose a sí mismos.

Lo más repugnante de esta cultura cubana es que colaboró con el tirano sin nobleza, sin grandeza, con una monumental pequeñez. Y lo más espantoso es que esta pequeñez servil y miedosa ya empieza a hablar del pasado como si no hubiera existido. Como si todo aquello hubiera sido un sueño. Como si la realidad de esta tragedia hubiera sido una novela o un cuento. Como si todavía hoy no se estuviera trágicamente en el mismo pasado de hace medio siglo.

Porque Cuba, gracias a todos estos agentes culturales, vivió encerrada en el mito de la “revolución”, en la mentira que el tirano les enviaba todas las mañanas para ser publicada, en las patrañas del aparato propagandístico castrista. Hay que leer en El olor de la guayaba --aunque no sea cubano, pero fue y sigue siendo el paradigma de estos vasallos culturales— a García Márquez describir a Castro como un amante de la literatura…

Cuánta sumisión, cuánta servidumbre voluntaria. En cuántos crímenes participaron sin mancharse las manos. Podían escoger entre mirarse al espejo o taparlo con el manto de la mentira. Prefirieron taparlo. Se negaron y todavía se niegan al coraje de la verdad. Hoy día toda esa cultura cubana está cambiando de chaqueta, pero no ha cambiado la pequeñez de su conciencia. Son todavía muy pocos los que viven a la altura de un hombre.

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