google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Fidel Castro, el Tartufo impostor (I)

viernes, 17 de septiembre de 2010

Fidel Castro, el Tartufo impostor (I)

por José Luis Sito

“La Habana era un cementerio la noche del treinta y uno de diciembre”, decía Virgilio Piñera. La Habana será un cementerio, en ruinas, la noche del 31 de diciembre, podemos decir hoy.

“¿Qué es un barbudo? Habrá siempre que insistir sobre la pregunta. Y la respuesta nos pasma de asombro. Un barbudo --Fidel Castro-- no es ni más ni menos que Napoleón”, decía Virgilio Piñera. La hipérbola de los “leones que temblaban al paso del Emperador del Mundo”, utilizada por el futuro autor de Una caja de zapatos vacía, ilustra con asombro la recepción inicial de la mayor impostura de la historia de Cuba. Porque Fidel Castro, sin la desmesura hiperbólica, no es ni más ni más menos que Tartufo el impostor. La impostura se colocó desde el principio bajo un yugo tiránico que sofocó en lo sucesivo la voz de la razón, y ocultada con la artimaña de la ilusión ideológica rebatió el trabajo indispensable sobre un Emperador del Mundo cada vez más desnudo.


La radiografía de esta tiranía con figuras de ángeles no es ni suficiente. Habrá que practicar todavía más en profundidad una escanografía de todo el interior de su organismo de dominación. Y hay que comenzar a flor de piel por el principio: la impostura que el Gran Tartufo se confeccionó y que aún lo mantiene tiranizando.

“Las revoluciones no empiezan en las cárceles”, dice Reynaldo Arenas, pero sí empiezan en las cárceles las imposturas políticas. El impostor necesita imponerse como víctima. En una cárcel nació Mein Kampf, y fue en una cárcel donde nació el impostor cubano. Allí, cocinando sabrosos platos que preparaba él mismo, como si estuviera de vacaciones, y comiéndolos con sarcasmo, empezó la impostura que lo absolvería. Fue allí donde usurpó su identidad, pasando de un estudiante gansteril, brutal y golpista, a un romántico rebelde defensor de huérfanos y de viudas.

Este bastardo, esta rama sin hojas, nos recuerda el párrafo de Stendhal: “En las minas de sal que hay en Salzburgo se deja caer a veces una rama sin hojas al fondo de un pozo en desuso. Dos o tres meses más tarde, cuando se recupera la rama, está ya cubierta por brillantes cristalizaciones. Las ramitas más chicas, semejantes a las patas de una golondrina, se adornan con innumerables diamantes deslumbrantes, y ya no es posible reconocer la rama original”.

Es seguramente de esta cristalización de donde Virgilio Piñera extraía en 1968 Presiones y diamantes. El diamante “Delphi” a que se alude en la novela y que terminaba arrojado en un inodoro, era Fidel. Las sílabas invertidas de Del-phi son Fi-del, nombre al cual se llega igualmente repitiendo la palabra “Del-phi-del-Fi-del”. Sabemos que el propio Virgilio se reía de su burla. El impostor no le perdonaría nunca, como a muchos, haber descubierto y sacudido sus adulterados adornos brillantes.

Castro cristalizó. Cegando todo a su alrededor, ocultó el origen y la intención, hasta llegar a usurpar todos los puestos: “¡Gran Guía, ejemplo luminoso, héroe, jefe máximo, maestro y padre único, máximo líder y primer secretario, primer ministro, primer comandante, jefe de Estado, presidente de las repúblicas y del Consejo de Gobierno, del Consejo de Ministros, del Consejo de Estado, de la Internacional Democrática, de la Tricontinental y de la Intercontinental, de las provincias y de los municipios, de los aliados y de los no aliados, jefe de la paz y de las fuerzas armadas, ministro de Cultura y ministro del Interior, ministro del Exterior, ministro de Educación, ministro de Justicia, ministro de Agricultura, ministro de Comercio, ministro de Salud, Jefe del Buró de Orientación de la Moda y crítico de arte! ¡Ministro de la Pesca y de la Caza!... ¡Del mar y del aire! ¡Jefe máximo del Partido y de la Revolución! ¡Comandante en Jefe! ¡Gran Reprimero!”.

Reynaldo Arenas fue quizás el único que supo con precisión donde estaba la enfermedad: “Pero te seguimos buscando patria / en las traiciones del recién llegado / Pero te seguimos buscando patria / en las amenazas del nuevo impostor”.

El Reprimero es el primero de los primeros, el que resucita sin cesar como el primero, el jefe de todos los comandantes, pero también el primero en reprimir, el primer represor. Es la gran estafa. Hay que volver a Reynaldo Arenas, una vida contra la impostura, luchando por su auténtica identificación, por su verdadera naturaleza, por su indiscutible originalidad, por la certidumbre de su ser, contra el parecer, la mentira, el engaño, la hipocresía, la duplicidad, la falsificación generalizada, peleando contra la impostura sistematizada por y para el Gran Impostor.

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