por José Luis Sito
La tiranía necesita la violencia para sobrevivir. En Venezuela, a la violencia política directamente destinada al exterminio de los ciudadanos que disienten y expresan una opinión diferente, se suma la violencia social producto de las decisiones del régimen. En el ámbito económico la dictadura ha trastornado todas las estructuras, queriendo implantar por la fuerza un modelo económico comunista estatal que, como es bien sabido, empobrece y arruina. Las principales víctimas son las clases desfavorecidas, más pobres que nunca, y fatalmente arrastradas a la violencia. No es de extrañar que el 83,64% de las víctimas mortales pertenezcan a las clases más humildes de la población.
El régimen utiliza a los pobres para exterminar al enemigo interior, para hacer el trabajo sucio y abominable de represor, abasteciéndolo en armas y en odio. La consecuencia es que estas armas y este odio se vuelcan contra los pobres mismos. Aumento considerable de secuestros, de robos y asesinatos. Aquí la violencia política y la social interactúan.
La descomposición del Estado y de la sociedad es la antesala para la definitiva instalación y consolidación del poder absoluto de Chávez. Como en Cuba, durante los diez primeros años de la dictadura castrista, en Venezuela el régimen chavista ha colocado la violencia en el seno de la sociedad como principal estrategia y prioridad absoluta para tomar el poder definitivamente. Es por esta razón que la dictadura no reconoce la realidad de esta violencia ni intenta disminuirla: porque la fabrica voluntariamente y la necesita. El 91% de los homicidios que se produjeron en el país en los últimos tres años quedaron impunes.
No sería exagerado decir que Venezuela vive una larvada guerra civil, recóndita, escondida bajo una violencia en apariencia común. “Operación Demolición. Me los demuelen. Esa es la orden: Demolición”. Así se expresaba Chávez hace pocos días hablando de la oposición. Esta violencia verbal corresponde punto por punto a la violencia física que se ha abatido sobre los venezolanos. Una demolición que arruina la estabilidad, la paz y la convivencia para mayor provecho del castrochavismo.
En Cuba, después de los diez primeros años de la dictadura castrista y de una violenta guerra civil que destruyó toda forma de resistencia, se instaló un periodo gris. Este periodo gris no significó que la violencia hubiera desaparecido, sino que se ocultaba. Entonces amanece una violencia sorda, silenciosa, que penetra todos los poros de la sociedad como una niebla: es la represión y control de todos y de todo, es la violencia continuada por otros medios: el terror. La violencia política contra el enemigo interior sigue completamente activa, sólo que se toman otras formas menos visibles y expeditas. Ya no se ejecuta por balas, sino que se intimida, se amenaza, se encarcela o se aísla del conjunto de la sociedad, condenando a una muerte social.
Venezuela está experimentando la primera fase de la violencia política chavista, esa que consiste en eliminar física y expeditamente al enemigo interior. La delincuencia común es una parte intrascendente de un problema mucho más grave y decisivo: la violencia política. Todavía hoy existe en el país una oposición y una resistencia al régimen, los castrochavistas no han logrado todavía instalar el periodo gris. Cuando esto ocurra, las garras de Chávez habrán caído entera y definitivamente sobre Venezuela. Los focos de resistencia se habrán extinguido.
Venezuela se ha llenado de crímenes políticos porque está llena de políticos criminales. Hay que sacar del poder a estos criminales para terminar con la terrible violencia política. Aún no es tarde.
La tiranía necesita la violencia para sobrevivir. En Venezuela, a la violencia política directamente destinada al exterminio de los ciudadanos que disienten y expresan una opinión diferente, se suma la violencia social producto de las decisiones del régimen. En el ámbito económico la dictadura ha trastornado todas las estructuras, queriendo implantar por la fuerza un modelo económico comunista estatal que, como es bien sabido, empobrece y arruina. Las principales víctimas son las clases desfavorecidas, más pobres que nunca, y fatalmente arrastradas a la violencia. No es de extrañar que el 83,64% de las víctimas mortales pertenezcan a las clases más humildes de la población.
El régimen utiliza a los pobres para exterminar al enemigo interior, para hacer el trabajo sucio y abominable de represor, abasteciéndolo en armas y en odio. La consecuencia es que estas armas y este odio se vuelcan contra los pobres mismos. Aumento considerable de secuestros, de robos y asesinatos. Aquí la violencia política y la social interactúan.
La descomposición del Estado y de la sociedad es la antesala para la definitiva instalación y consolidación del poder absoluto de Chávez. Como en Cuba, durante los diez primeros años de la dictadura castrista, en Venezuela el régimen chavista ha colocado la violencia en el seno de la sociedad como principal estrategia y prioridad absoluta para tomar el poder definitivamente. Es por esta razón que la dictadura no reconoce la realidad de esta violencia ni intenta disminuirla: porque la fabrica voluntariamente y la necesita. El 91% de los homicidios que se produjeron en el país en los últimos tres años quedaron impunes.
No sería exagerado decir que Venezuela vive una larvada guerra civil, recóndita, escondida bajo una violencia en apariencia común. “Operación Demolición. Me los demuelen. Esa es la orden: Demolición”. Así se expresaba Chávez hace pocos días hablando de la oposición. Esta violencia verbal corresponde punto por punto a la violencia física que se ha abatido sobre los venezolanos. Una demolición que arruina la estabilidad, la paz y la convivencia para mayor provecho del castrochavismo.
En Cuba, después de los diez primeros años de la dictadura castrista y de una violenta guerra civil que destruyó toda forma de resistencia, se instaló un periodo gris. Este periodo gris no significó que la violencia hubiera desaparecido, sino que se ocultaba. Entonces amanece una violencia sorda, silenciosa, que penetra todos los poros de la sociedad como una niebla: es la represión y control de todos y de todo, es la violencia continuada por otros medios: el terror. La violencia política contra el enemigo interior sigue completamente activa, sólo que se toman otras formas menos visibles y expeditas. Ya no se ejecuta por balas, sino que se intimida, se amenaza, se encarcela o se aísla del conjunto de la sociedad, condenando a una muerte social.
Venezuela está experimentando la primera fase de la violencia política chavista, esa que consiste en eliminar física y expeditamente al enemigo interior. La delincuencia común es una parte intrascendente de un problema mucho más grave y decisivo: la violencia política. Todavía hoy existe en el país una oposición y una resistencia al régimen, los castrochavistas no han logrado todavía instalar el periodo gris. Cuando esto ocurra, las garras de Chávez habrán caído entera y definitivamente sobre Venezuela. Los focos de resistencia se habrán extinguido.
Venezuela se ha llenado de crímenes políticos porque está llena de políticos criminales. Hay que sacar del poder a estos criminales para terminar con la terrible violencia política. Aún no es tarde.