La agente Pinturita dice una cosa hoy y otra mañana. No fue reclutada formalmente, ni recibe más paga que el ambiguo placer de su envilecimiento, ni reporta, ni se cuadra, ni sigue las insufribles pautas de quienes debieran ser sus superiores. La agente Pinturita ni siquiera está segura de que quienes debieran ser sus superiores aprecien su trabajo debidamente. Pero es osada, y tozuda, y rebelde, y su esquizofrenia la ha llevado demasiado lejos como para “a estas alturas” –se dice a sí misma— hallar el camino de regreso. Pinturita encaja la cruelísima soledad de su retiro como un cuchillo se hunde en la mantequilla, mientras desprecia ardientemente esa democracia de diseño que le impide lucir un par de tetas como Dios manda.
En esa soledad de hoja traslúcida, de acero inoxidable a punto de reventar el corazón de los apátridas, Pinturita está segura que quienes han despreciado su liderazgo van a pagar muy caro la osadía. ¿Cómo domesticar su genio si nació para primar? ¿Cómo, con semejantes cojones, va a detenerse ante la alambicada diplomacia de los próceres de la sentencia? ¿Quién dijo que una mujer como ella había nacido para pasar desapercibida? ¿Por qué no reconocen como debieran sus virtudes y premoniciones, su dinámica, su empuje, su patriotismo? Algún día la pagarán todos juntos, no importa cuántas identidades invierta en el proceso y aun cuando para ello deba apuntalar en el poder –ella siempre pensando en grande—a quienes un día la arrojaron de la verdadera Playa Hedónica.
En esa soledad de hoja traslúcida, de acero inoxidable a punto de reventar el corazón de los apátridas, Pinturita está segura que quienes han despreciado su liderazgo van a pagar muy caro la osadía. ¿Cómo domesticar su genio si nació para primar? ¿Cómo, con semejantes cojones, va a detenerse ante la alambicada diplomacia de los próceres de la sentencia? ¿Quién dijo que una mujer como ella había nacido para pasar desapercibida? ¿Por qué no reconocen como debieran sus virtudes y premoniciones, su dinámica, su empuje, su patriotismo? Algún día la pagarán todos juntos, no importa cuántas identidades invierta en el proceso y aun cuando para ello deba apuntalar en el poder –ella siempre pensando en grande—a quienes un día la arrojaron de la verdadera Playa Hedónica.